“¡Viva la Pepa!” por David Sañudo

Vergonzosamente, y a pesar de la celebración de la XXII Cumbre Iberoamericana, ha pasado con más pena que gloria por la agenda anual la conmemoración del bicentenario de la Constitución de Cadiz, uno de los momentos más importantes de la historia de nuestro país. Fíjense el panorama. Hace doscientos años, en una islita, nobles, curas, abogados o profesores llegados de todos los puntos de España y de nuestra América, poniéndose de acuerdo para dejar claro que el poder reside en el pueblo y que nosotros decidimos nuestro futuro.

Todo eso en un país ocupado por los franceses, gracias a la connivencia de muchos españoles. Es un punto curioso esto último, el ver como los gobernantes de entonces (tanto Carlos IV como Fernando VII y por supuesto Godoy) se humillaron ante Napoleón o como los órganos de gobierno (Junta Suprema, Consejo de Castilla…) le hicieron el juego al francés. Tanto es así que incluso se prohibieron las protestas o críticas contra los invasores.

El caso es que los españoles, viéndose desamparados por los que se supone les tenían que defender, decidieron ponerse ellos mismos manos a la obra: Madrid, Asturias, Galicia, Valencia, Cataluña, Sevilla…los focos de resistencia ciudadana fueron naciendo y después organizándose. No solo se luchaba contra el opresor, además se debatía sobre el futuro de España. Se estaba gestando un Estado.

No se crean que todos opinaban lo mismo, nada de eso: les había  tradicionales, otros eran centristas y estaban también los más revolucionarios.

Mientras ellos debatían, los españoles de a pie (ya saben: patillas gordas, la faca sobresaliendo de la faja y mirada ceñuda) se juntaban para defenderse del mejor ejército del mundo, que había conquistado ya media Europa.

El panorama no pintaba nada bien pero ¿saben lo que pasó? Que ganamos.

Que los políticos que debatían en Cádiz se pusieron de acuerdo a pesar de sus diferencias y que los ciudadanos organizados por su cuenta vencieron a la Grand Armeé.

El paisaje actual no dista mucho de aquel. Los españoles defendiéndose solos ante las amenazas (por ejemplo, los desahucios o las exigencias de Europa) mientras los poderes le hacen el juego a esos mismos opresores e incluso le ponen trabas al ciudadano para protestar o manifestarse.

Esos locos que, hace doscientos años en Cádiz, debatieron sobre el futuro de España tenían ya entonces muy claro para qué están los gobiernos, tanto que lo plasmaron en el artículo 13 de nuestra primera Constitución: “El objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen”.

Ya ven que cualquier parecido con la realidad actual es pura coincidencia.

David Sañudo
Periodista

“Medio pan y un libro… y un billete de tren” por David Sañudo

No recuerdo cuál fue el primer libro que leí. Supongo que ni siguiera se podía llamar “leerlo”. Imagino que mis padres me sentarían en la sillita, me pondrían un libro en el regazo y pasaban las páginas que yo miraba sin saber. Sí recuerdo, por ejemplo, uno de los primeros que “cogí” prestado de una biblioteca: “La bruja Mon” de la serie blanca de Barco de Vapor.

Amo a las bibliotecas. Los pasillos. Las estanterías con los libros en formación. Ordenados pero desordenados. Paseo por allí. Si no busco nada en concreto, me guío por sus lomos. Los colores. El tamaño.

Ahora el ayuntamiento de Parla se plantea cobrar por el préstamo de libros. Tres euros al año, que yo, personalmente, pagaré gustoso. A mí no me hace falta que me convenzan, que me atraigan hacia las bibliotecas. Yo ya estoy “enganchado” a la lectura. Pero, ¿qué hay de esa persona que se “sacó” el carnet por tenerlo (y porque era gratis)? ¿Ese niño al que su madre le “apuntó” a la biblioteca siendo pequeño? ¿Ese que no ha “cogido” nunca un libro (“vaya rollo”, dice cuando le hablan de leer) pero al que, tal vez, un día, acompañando a alguien a la “biblio” le atrae esa portada o ese libro del que ahora han hecho película? Esa persona no “vivirá” esa historia, ni las que le habrían sucedido. Esa persona no leerá.

Y todo por conseguir cuánto ¿10.000? ¿20.000 euros al año? Con una deuda de 221 millones de euros a pagar en 20 años (si finalmente se aprueba el Plan de Ajuste) no tiene pinta de que vaya a solucionar muchos problemas.

Hace muchos años, en un momento crítico (tanto político como económico) para la historia de España, un poeta dijo: “si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro”. Tal vez, Federico GarcíaLorca hoy pediría también un billete de Cercanías, porque eso de “leer un libro en el tren” (a lo que tantos somos aficionados) se va a convertir  en un “artículo de lujo”.

David Sañudo
Periodista

“Los mundos de YuPPi” por David Sañudo

Dice el ministro Gallardón que hay “una violencia estructural contra la mujer por el mero hecho del embarazo» lo que les obliga a abortar; la ministra de Sanidad apunta que “quienes quieren ser madres no deben dejar de serlo por presiones sociales, económicas o familiares” y yo (partiendo de la base de que no soy mujer) me pregunto: ¿Estos dos en qué mundo viven?

Me supongo que cuando una mujer se queda, voluntaria o involuntariamente embarazada, tendrá miles de preocupaciones en la cabeza, muchas relacionadas con la salud del bebé y el desarrollo del embarazo, pero seguro que también se preguntará qué pasará con su trabajo (en el caso de que lo tenga) o si podrán llegar a fin de mes. Será que, en “Los mundos de YuPPi” donde viven estos dos ministros, los jefes acogen de buen grado que una empleada se quede embaraza, las leyes laborales protegen a los trabajadores y los gastos de un niño (desde los pañales hasta la ropa) no valen un “pastón”. Ojalá viviésemos en un mundo en el que la mujer (la pareja) no tuviese que pensar en el dinero, en el trabajo o en como combinar el criar a un hijo con la vida normal, pero, por desgracia, la sociedad en la que estamos no nos deja otra salida.

Eso sí, son precisamente los políticos los que pueden revertir la situación: no aprobando leyes laborales que desamparen a todos los trabajadores, y en especial a las mujeres; apoyando las bajas de maternidad para que no cargue con ellas la empresa; fomentando “de verdad” la conciliación y no recortando en servicios públicos. Así es como se consigue que la mayoría de las mujeres no se preocupen de “presiones sociales, económicas o familiares” para poder tener un hijo, o los que sean.

Aunque, bien pensado, si en mi casa, de buenas a primeras, aparecieran de repente deportivos último modelo en el garaje, yo tampoco tendría motivos para la preocupación.

 

David Sañudo
Periodista

«El discurso del (padre del) Rey» por David Sañudo

“Sobre todo, España”, así con estas palabras se despidió Alfonso XIII de su hijo, y heredero, Juan de Borbón. Era febrero de 1941, y el rey en el exilio se encontraba en su lecho de muerte. La monarquía española llevaba diez años lejos de nuestro país, que había sufrido una Guerra Civil y afrontaba la época más dura de la dictadura, donde a la falta de libertades se unía la falta de todo lo demás.

Eso de “por encima de todo está España” es algo que, según los que le conocieron, tenía muy claro el Conde de Barcelona, legítimo heredero de la Corona, tanto, que ese lema le hizo renunciar al trono para evitar conflictos con Franco y asegurar la restauración para su hijo.

Y parece que las enseñanzas de Don Juan (que, por cierto, no sería mal título para este texto) siguen presentes en su hijo estos días, cuando se habla mucho de la Familia Real: no solo de los escándalos que rodean a Iñaki Urdangarín, sino del papel de, por ejemplo, las Infantas, de la transparencia de sus cuentas, del sentido de una institución hereditaria en el siglo XXI…

Lo que el Rey hizo en su discurso, es dejar claro que los intereses de la institución, la Corona, la monarquía… están por encima de todos, incluso de miembros de la Familia Real; esto que puede parecer de perogrullo tiene su áquel, y más si lo comparamos con lo que ocurre en los casos de corrupción en los partidos políticos (por cierto, el domingo en las valoraciones, todos los grupos políticos miraron para otro lado y ninguno se dio por aludido cuando se habló de falta de integridad, honradez o transparencia).

Sin entrar a valorar si se necesitaba más autocrítica, nombres propios o plantear medidas concretas, las palabras del Rey el sábado fueron “El discurso del padre del Rey”, y marcan una tendencia en la actitud de los Borbones tras la restauración: “Sobre todo, España”.

David Sañudo, periodista

«¿Y Bender qué opina de esto?» por David Sañudo

Uno se pone a hacer zapping por la TDT y (quitando programas del corazón, concursos absurdos, magacines de cotilleo, programas repetidos, realities o llamadas de la suerte) puede que, con mucha suerte, se tope con un informativo decente (entiéndase por decente uno que no tenga videos de youtube, trailers de películas o videoclips musicales); pero dice la leyenda urbana que a veces puedes encontrarte un canal donde emiten series de televisión de calidad (nada de jovencitas pechugonas peleándose en las duchas mientras su compañero sin camiseta arregla el motor de un barco) y que, normalmente en horario intempestivo, puedes llegar a ver algún capítulo atrasado de ’The Big Bang Theory’,  ‘Misfits’, ‘Como conocí a vuestra madre’, o ‘Futurama’.

Nombres como los de Sheldon Cooper, Nathan Young, Barney Stinson o Bender Doblador Rodríguez son un hilo de esperanza para una TV que, como el periodismo en general, se difiere poco de la basura: algo que en algún momento fue útil pero que ahora huele bastante mal.

Las series anteriormente citadas se encuentran entre las más vistas por los jóvenes españoles, no hay más que navegar un rato por Internet para comprobarlo, pero es imposible seguirlas al ritmo de la televisión española: cambian su horario de emisión todas las semanas y se emiten varios capítulos seguidos sin orden ni concierto.

Si algún joven español quiere ser fiel a TBBT o HIMYM deberá, a juicio de este Gobierno, delinquir o, a juicio de algún cantante, dejar morir a los niños africanos. Difícil elección, entiendo, aunque como última opción podemos pedir consejo a nuestros queridos personajes:

Barney- Lo siento, no puedo, tengo las manos atadas… ¡ah no! eso fue anoche

Nathan- Somos jóvenes, se supone que debemos emborracharnos, que debemos portarnos mal.

Sheldon- «Toc toc toc» ¿David? «Toc toc toc» ¿David? «Toc toc toc» ¿David?

Bender- No sé, por primera vez en mi vida, noto que estoy harto de robar.

Uff… casi mejor no haber preguntado.

David Sañudo, periodista

«El eco del tambor» por David Sañudo

Les voy a contar una historia: el protagonista es un hombre que después de 20 años dando cada gota de sudor en su puesto de trabajo es obligado a abandonarlo, claro, con su edad y su currículum, le resulta difícil reintegrase a la vida normal; en esa misma historia, también aparece una joven trabajadora en una empresa, rechazada por sus compañeras por ser madre soltera y finalmente despedida; encontramos igualmente a unos estafadores que siempre salen ganando, arrimándose a los poderosos para medrar a base de robos y sobornos; y también hay unos jóvenes desencantados con la sociedad en la que viven y que quieren rebelarse, pero sus intentos son en vano.

Ustedes podrían pensar que esta historia está ambientada en cualquier lugar del mundo en este año 2011 (Egipto, Francia, Libia, Grecia o incluso España, aunque aquí los jóvenes no se rebelarían), pero no es así, esta historia la escribió Víctor Hugo hace 150 años y la título ‘Los Miserables’.

Resulta sorprendente el comprobar como el ser humano, a pesar de los avances tecnológicos, sigue manteniendo su misma esencia; durante este siglo y medio han llegado el teléfono, la televisión e internet, hemos viajado al espacio, avanzado en medicina… pero las injusticias principales se mantienen.

Es cierto también que en la obra de Victor Hugo encontramos compasión, amor, amistad y coraje, pero tengo la impresión de que mientras que los rasgos negativos han ido a más, los positivos han ido a menos.

En cualquier caso, si algún escritor quisiera reescribir hoy en día ‘Los Miserables’ en versión siglo XXI, le bastaría con darle un iPhone a Jean Valjean.

David Sañudo, periodista

«Mentiras y gordas» por David Sañudo

Quiero empezar hoy con una adivinanza, ya os digo que el título de este artículo es una pista: Se abre el telón, aparecen varias personas aplaudiendo con entusiasmo el acuerdo de los partidos políticos en la ‘Ley Sinde’: “Salvará la cultura” dice una ministra, “Abajo los piratas” comenta el rico dueño de una discográfica y “Demuestren que están a favor de los derechos de los niños con sida” (sic) espeta al público algún cantante. Se baja el telón. ¿Cómo se llama la película?

La ‘Ley Sinde’ es mala, pero lo peor es que también es inútil: lo más negativo de esta norma, no es solamente que ataque algunos de los derechos fundamentales de los españoles, sino que revela un desconocimiento total del funcionamiento y del espíritu de Internet: el mundo es global y en la red tienes acceso inmediato a cualquier contenido publicado por cualquier persona en cualquier país. De tal manera que se puede cerrar una web alojada en España, pero la gente podrá seguir descargando archivos desde portales situados en otros puntos del mundo; así que la única manera de controlar esos contenidos sería ‘fisgar’ en todo el tráfico de los PC de nuestro país. Creo que algo así hacen hoy en día en estados tan democráticos como China.

La conclusión número 1 sería que nuestros legisladores saben poco de la materia sobre la que tienen que legislar.

Pero es que además la nueva normativa permitirá cerrar un portal en menos de 17 días, entiendo que en un proceso pleno de garantías para todos; así que llama la atención la celeridad con la que se resolverán estos casos frente al bien conocido atasco de la justicia. Sólo un dato, hace dos años (casi 750 días) que murió asesinada la niña Marta del Castillo y aún no hay sentencia. En este tiempo se podrán cerrar cerca de 50 webs.

La conclusión número 2 sería que la Justicia española tiene dos velocidades.

Podríamos estar todo el día buscando conclusiones negativas sobre esta Ley Sinde, pero dejemos en paz a nuestros políticos, que ponen todo su empeño en sacar a nuestro país de la crisis. Por cierto, ¿cómo se llamaba la película?

David Sañudo, periodista

“Twitter News: en directo desde Japón» por David Sañudo

@kirai Dicen que llega otro desde Fukushima, salgo corriendo al parque mas cercano about 2 minutes ago vía Twitter for iPhone

Este tweet fue escrito en Tokio a las 11:42 hora española del 11 de marzo por @kirai, es decir Héctor García, un español que trabaja en Japón, gran fotógrafo y autor del blog kirainet.com. Al igual que él, miles de tokiotas (japoneses o foráneos) recurrieron a las redes sociales para informar sobre lo que allí ocurría, eran a la vez protagonistas, testigos y periodistas. Tal vez su intención no era la de sustituir el papel de los medios de comunicación tradicionales pero lo consiguieron: por @kirai yo supe de las réplicas, del temor a la fuga nuclear, de los problemas de abastecimiento o del corte de la red ferroviaria mucho antes de que llegase a los teletipos de los periódicos, radios o televisiones en España.

El, y otros miles de twiteros como él, sacaban fotos y las colgaban en flickr, grababan vídeos para subirlos a youtube o enlazaban con las web de todo el mundo con información sobre el desastre; en conclusión, hacían lo que solemos hacer los periodistas pero con la fuerza del que cuenta lo que vive en ese momento.

Entiéndanme, no quiero decir con esto que el periodismo ha muerto, digo que tiene que cambiar. ¿Para qué quiero un telediario que se pasa diez minutos emitiendo vídeos de un bebé que se ríe si alguien rompe un papel o un loco en el metro de Nueva York con una rata en la boca? ¡Para eso ya tengo Yonkis!.

En los medios de comunicación quiero encontrar análisis en profundidad, información pausada y voces que digan algo más allá de “espeluznante”, “apocalíptico” o “terrible”. Javier Moreno, director de ‘El País’, aseguraba hace unos días que «en unos años dejará de haber periódicos impresos en papel»; tal vez sea así pero lo que no puede dejar de haber son periodistas para que por lo menos alguien nos cuente el porqué de las cosas.

David Sañudo, periodista