“¡Viva la Pepa!” por David Sañudo
viernes, 16/11/2012 Deja un comentario
Vergonzosamente, y a pesar de la celebración de la XXII Cumbre Iberoamericana, ha pasado con más pena que gloria por la agenda anual la conmemoración del bicentenario de la Constitución de Cadiz, uno de los momentos más importantes de la historia de nuestro país. Fíjense el panorama. Hace doscientos años, en una islita, nobles, curas, abogados o profesores llegados de todos los puntos de España y de nuestra América, poniéndose de acuerdo para dejar claro que el poder reside en el pueblo y que nosotros decidimos nuestro futuro.
Todo eso en un país ocupado por los franceses, gracias a la connivencia de muchos españoles. Es un punto curioso esto último, el ver como los gobernantes de entonces (tanto Carlos IV como Fernando VII y por supuesto Godoy) se humillaron ante Napoleón o como los órganos de gobierno (Junta Suprema, Consejo de Castilla…) le hicieron el juego al francés. Tanto es así que incluso se prohibieron las protestas o críticas contra los invasores.
El caso es que los españoles, viéndose desamparados por los que se supone les tenían que defender, decidieron ponerse ellos mismos manos a la obra: Madrid, Asturias, Galicia, Valencia, Cataluña, Sevilla…los focos de resistencia ciudadana fueron naciendo y después organizándose. No solo se luchaba contra el opresor, además se debatía sobre el futuro de España. Se estaba gestando un Estado.
No se crean que todos opinaban lo mismo, nada de eso: les había tradicionales, otros eran centristas y estaban también los más revolucionarios.
Mientras ellos debatían, los españoles de a pie (ya saben: patillas gordas, la faca sobresaliendo de la faja y mirada ceñuda) se juntaban para defenderse del mejor ejército del mundo, que había conquistado ya media Europa.
El panorama no pintaba nada bien pero ¿saben lo que pasó? Que ganamos.
Que los políticos que debatían en Cádiz se pusieron de acuerdo a pesar de sus diferencias y que los ciudadanos organizados por su cuenta vencieron a la Grand Armeé.
El paisaje actual no dista mucho de aquel. Los españoles defendiéndose solos ante las amenazas (por ejemplo, los desahucios o las exigencias de Europa) mientras los poderes le hacen el juego a esos mismos opresores e incluso le ponen trabas al ciudadano para protestar o manifestarse.
Esos locos que, hace doscientos años en Cádiz, debatieron sobre el futuro de España tenían ya entonces muy claro para qué están los gobiernos, tanto que lo plasmaron en el artículo 13 de nuestra primera Constitución: “El objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen”.
Ya ven que cualquier parecido con la realidad actual es pura coincidencia.
David Sañudo Periodista