“Día Internacional de la Felicidad” por Rosana y Mónica Pereira

FOTO_ROSANAYMONICA_HAZTUAEste viernes 20 de marzo se celebra el Día Internacional de la Felicidad. En julio del año 2012, la ONU decidió dedicar un día a reconocer la relevancia de la Felicidad en el mundo. Y no deja de sorprender que las naciones hayan necesitado la ayuda de un Decreto para recordar la importancia que tiene la felicidad en la vida de las personas.

La felicidad y el bienestar son aspiraciones universales de todos los seres humanos y al dedicar un Día Mundial para celebrarlo lo que se pretende es que se estos temas se incluyan en las políticas de los gobiernos.

Sigue siendo sorprendente el caso del Reino de Bután. Es un pequeño país en mitad del Himalaya, de apenas 700 mil habitantes; tan grande como Sevilla o Zaragoza. Hace casi 40 años, Jigme Singye Wangchuck, al ser proclamado rey con solo 18 años, tomó la decisión de no medir la riqueza de su país por el PIB (Producto Interior Bruto), índice que se emplea en todos los países del mundo. Para él, la Felicidad Interior Bruta era mucho más importante. Y cambió el PIB por la FIB (Felicidad Interior Bruta), también conocida como FNB (Felicidad Nacional Bruta).

Lo que se mide en Bután desde entonces para valorar el progreso de sus ciudadanos es:

  • El bienestar psicológico de la población
  • La salud
  • Los niveles de educación
  • El buen gobierno
  • La vitalidad de la comunidad
  • La diversidad ecológica

El resultado se puede comprobar en los cuestionarios que evalúan el FIB. Hace pocos años se realizó un estudio entre los butaneses y algunos de los resultados fueron, por ejemplo, que el 52% de los butaneses decía sentirse “feliz”, el 45% “muy feliz”, y sólo el 3% dio que no era feliz. Si hay compromiso con el bienestar de la población y se antepone a otros intereses se puede obrar el milagro.

Dedicar un Día Mundial a la Felicidad no significa que sólo haya que ser felices ese día, sino todo lo contrario. Es la forma en que Naciones Unidas busca que haya un verdadero compromiso de todos los países con las políticas que contribuyen al bienestar de los ciudadanos. Se trata de promover actividades concretas, muy especialmente en el ámbito educativo. De sensibilizar a los gobiernos y a la población en general. Al igual que celebrar un día Internacional en Contra de la Violencia de Género tampoco significa que sólo ese día se tengan que tomar medidas, necesitamos sensibilizarnos como sociedad acerca de la importancia de ser felices.

Si un pequeño país como Bután ha podido implantar la FIB como una medida del progreso de su población, cualquier otro país podría hacerlo. O cualquier Comunidad Autónoma, incluso cualquier Alcalde o Alcaldesa de cualquier municipio, pequeño o grande, podría hacerlo… Incluso dentro de cualquier familia podríamos hacerlo.

Aprovechemos este viernes 20 de marzo en el que celebraremos el tercer Día Internacional de la Felicidad para hacer una reflexión de qué podemos aportar cada uno para contribuir a lograr ese bien universal que es la felicidad y el bienestar.

Rosana y Mónica Pereira Davila
Responsables de Haztúa Psicología Positiva
www.haztua.com

“San Valentín, ¿celebración del amor o marketing en estado puro?” por Rosana y Mónica Pereira

FOTO_ROSANAYMONICA_HAZTUAEl amor es una de las emociones que más deseamos sentir los seres humanos. Se trata de una de las emociones que nos hacen sentir mejor con nosotros mismos y con quienes nos rodean. Y esto es así siempre que sentimos amor en su justa medida, es decir, en equilibrio.

Porque, como sucede con otras emociones, cuando el amor se vive en exceso o en defecto, puede volverse en nuestra contra y convertir nuestras vidas en un tormento.

Diversos estudios han analizado qué ocurre cuando nos enamoramos. En ellos se ha tratado de explicar, entre otras cosas, porqué las personas enamoradas se comportan de tal manera que muchas veces decimos que “el amor es ciego”. Y han descubierto que nuestro cerebro “apaga” los circuitos cerebrales responsables de la evaluación social y de las emociones negativas cuando caemos en brazos de Cupido. Así, nos volvemos “ciegos” a los posibles defectos que pudieran estar presentes en la persona de la que nos hemos enamorado.

Sin duda, no encontrar defectos en nuestra recién encontrada pareja permite que la relación avance y se consolide. ¡Qué sería del amor si amar fuera un acto racional!

Con el paso del tiempo los circuitos cerebrales que estaban inactivos durante la etapa de enamoramiento vuelven a funcionar y la relación entra en una nueva fase que podríamos llamar “de apego”. Pasamos del amor romántico al amor compañero.

Las personas nos adaptamos con facilidad a las cosas buenas que nos suceden, y con el amor no es diferente. Se conoce como adaptación hedónica. Con el paso del tiempo nos adaptamos a las maravillosas sensaciones de estar enamorados y poco a poco van perdiendo su capacidad de hacernos sentir con la misma intensidad. Este período de adaptación hedónica puede durar entre uno y dos años. Y es a partir de ese momento cuando en los miembros de la pareja comienzan a aumentar los niveles de la hormona oxitocina que se relaciona con un aumento de la confianza y la fidelidad.

Si nos aferramos a la idea de amor romántico y nos enfocamos en que hemos dejado de “sentir mariposas” en el estómago, es muy posible que nos estemos negando la posibilidad de disfrutar de otra forma de amor en pareja, más madura y serena.

Muchas personas pueden opinar que la celebración de San Valentín se ha convertido en una operación de marketing para aumentar ventas en el difícil mes de febrero. Aún así, podemos aprovechar este día para saborear y cuidar de nuestra relación y practicar el aprecio por nuestra pareja y la gratitud de poder compartir con ella las nuevas etapas del amor.

Que haya desaparecido la pasión no debería ser motivo de preocupación. No ser capaces de reconocer y agradecer todo lo bueno que nos aporta la pareja, sí.

Si no quieres, o no puedes, hacer un regalo como “manda” el marketing de San Valentín, aquí tienes una sugerencia económica pero muy valiosa para regalar: escribe una carta a tu pareja agradeciéndole que forme parte de tu vida y cuéntale todo lo que aprecias de ella.

Las sorpresas, la novedad y lo inesperado tienen una influencia muy positiva en nuestra felicidad y hacen que disfrutemos mucho más de las diferentes etapas en la relación con nuestra pareja. Aprovecha San Valentín, este día de los enamorados, para celebrar el amor por tu pareja.

Rosana y Mónica Pereira Davila
Responsables de Haztúa Psicología Positiva
www.haztua.com

“Cómo criar hijos e hijas felices” por Rosana y Mónica Pereira

FOTO_ROSANAYMONICA_HAZTUAEl mayor deseo de todos los padres es educar a sus hijos e hijas de tal manera que crezcan felices y se conviertan en adultos felices. Lo que ocurre es que no siempre sabemos cómo les influye lo que hacemos o decimos.

Hay quienes no niegan nada a sus hijos, pensando que así serán más felices, sin darse cuenta de la importancia que tienen las normas y los límites. Les ayudan a comprender lo que se espera de ellos y a convivir con los demás. En el mundo real no siempre van a conseguir lo que quieren y si no aprenden a manejar las pequeñas frustraciones, no sabrán manejar las dificultades que la vida les traiga.

Otros creen que la mejor forma de educar es castigar por cualquier conducta inapropiada y “sermonear” para que aprendan. Es muy fácil llegar a creer que se es “inadecuado”, malo, vago, gamberro… “Si siempre me dicen que soy así, será que soy así”. Aunque el objetivo del castigo es conseguir un cambio de conducta, el coste emocional de este método suele ser muy alto.    

Y todavía quedan quienes creen que un cachete a tiempo “quita muchas tonterías” y basan este razonamiento en que a ellos les daban cachetes y no han salido tan mal…

Entonces ¿qué hacer para conseguir que nuestros hijos e hijas crezcan más felices? Aquí te dejo algunas ideas:

–         Presta atención y refuerza las conductas adecuadas. Estamos muy pendientes de la mala conducta para eliminarla pero no así con la conducta adecuada para reforzarla (Eres el que mejor abraza de la casa…). Reforzamos aquello a lo que prestamos atención.

–         Si utilizas etiquetas que sean positivas. Di: “eres un gran amigo” No digas: “eres un desobediente”.

–         Ataca la conducta, no a la persona. Di: “no pegues a tu hermano” No digas: “eres un niño malo”.

–          Agradece siempre que puedas. Di: “gracias por hacer tu cama, la habitación ha quedado muy recogida” No digas: “con lo bien que sabes hacer la cama no entiendo porque no la haces todos los días”.

–          No prometas si no estás convencido de que vas a cumplir. No trates de zanjar una pataleta prometiendo algo que no tienes intención de hacer pensando que se olvidará de lo prometido. Es preferible decir: “Ahora no tengo una respuesta. Necesito pensar en ello”.

–          Escucha más y haz preguntas. ¿Y cómo te has sentido? ¿qué otra cosa podrías hacer? ¿cómo puedo ayudarte?

Y sobre todo recuerda que aquello en lo que te enfocas se expande; de modo que busca siempre lo mejor en ti y en aquellos a quienes quieres.

Rosana y Mónica Pereira Davila
Responsables de Haztúa Psicología Positiva
www.haztua.com

“¿Cómo “hipnotizar” a nuestros hijos para que obedezcan?” por Rosana y Mónica Pereira

FOTO_ROSANAYMONICA_HAZTUATodos los que tenemos hijos hemos pensado en algún momento “¿por qué los niños no vendrán con manual de instrucciones?” Siempre se ha oído lo del pan debajo del brazo pero, un manual para comprenderlos mejor nos sería bastante más útil en no pocas ocasiones.

Pues para que muchas de esas dificultades desaparezcan os vamos a contar un truco que funciona a las mil maravillas (con niños y con mayores). No te asustes con lo de hipnotizar, nos pasamos el día hipnotizando a los demás sin ser conscientes de que lo hacemos.

Antes de empezar os vamos a contar cómo procesa el cerebro la información. Al escuchar, el cerebro se centra en lo que considera más importante del mensaje y deja de percibir aquello que considera superfluo o secundario. Es una manera de maximizar el rendimiento con el mínimo coste energético.

Seguro que en algún momento has oído aquello de “¿A que no puedes no pensar en un elefante azul?”  Inmediatamente, el cerebro decide que lo importante en esta frase es “pensar en el elefante azul” y se hace una representación mental del animal con ese color. Ha omitido la negación y se ha ido directamente al predicado. Todos nosotros funcionamos en automático muchas más veces de las que sospechamos.

Ahora pensemos en ese pequeñajo que sale de casa, se suelta de la mano y sale corriendo calle abajo. Piensa por un segundo qué le dirías. Qué es más probable “No corras” o “Párate”. Si le dices lo primero, su cerebro omitirá el no y tratará de obedecer, de manera automática, la orden que cree que ha recibido.

Seguro que se te ocurren otros muchos ejemplos:

–         No te subas al sofá / Bájate del sofá.

–         Ten cuidado no te vayas a caer / Ten cuidado y agárrate fuerte.

–         No pegues a tu hermano / Sal de la habitación.

–         No chilles / Baja la voz…

Cuando empezamos a hablar en positivo a nuestros hijos descubrimos que es más probable que nos obedezcan porque “saben” qué se espera de ellos. Tienen una instrucción clara de qué es lo que les estamos pidiendo. Sus cerebros, de manera inconsciente quieren obedecer, lo que ocurre es que no siempre reciben el mensaje adecuado.

Si ya utilizas el lenguaje en positivo para comunicarte con los demás, enhorabuena. Si no lo has intentado nunca, te van a sorprender los resultados.

Rosana y Mónica Pereira Davila
Responsables de Haztúa Psicología Positiva
www.haztua.com

“De nuevo el 11-M. Nuestro pequeño homenaje” por Rosana y Mónica Pereira

FOTO_ROSANAYMONICA_HAZTUAEn muy pocos días será de nuevo once de marzo, esa fecha fatídica que en el año 2004 quedó grabada a fuego en el corazón de todos los españoles.

¡Diez años ya!

Para muchos de nosotros es toda una vida; recordamos aquella fecha una vez al año con la ayuda de los medios de comunicación que cubren la información desde distintos ángulos tratando de ser lo más respetuosos posible con los afectados y haciéndoles ver que, ellos y sus seres queridos, están en nuestra mente y en nuestros corazones.

Unos días antes empezará la cobertura mediática; hablarán de los protagonistas, recordarán aquel día desde los ojos de los profesionales que participamos en la intervención, desde la óptica de los familiares, de las víctimas directas o indirectas… Darán una visión optimista centrada en la resiliencia (capacidad que tienen las personas para sobreponerse y crecer tras vivir un hecho traumático) o quizá una visión más dura hablando de las secuelas de por vida de algunos afectados…

Van a buscar enfoques originales y siempre dirigidos a la población general, para que puedan saber lo que está ocurriendo en el presente…

Entre todas esas personas está esa madre que perdió a su hijo, ese joven que perdió su pierna, esa adolescente que, siendo muy niña, perdió a un padre o una madre sin entender nada de lo que estaba ocurriendo; y estará también aquel vecino que presenció desde su balcón el grotesco espectáculo de los vagones del tren convertidos en un amasijo de hierros y vidas perdidas, ese hombre que bajó mantas, arrancó puertas para utilizarlas como camillas, que pasó horas y horas tratando de dar una segunda oportunidad a los pasajeros que habían quedado en un limbo extraño entre la vida y la muerte. Están todos ellos: los PROTAGONISTAS de aquella historia que mostró al mundo la gran capacidad de ayuda que tenemos los españoles, la solidaridad más cruda sin pensar en uno mismo ni en las consecuencias que iban a tener en su mente aquellas imágenes de dolor y de muerte.

A ellos también llegarán los medios de información, y en ellos hay que pensar cuando se monten los reportajes, se redacten los artículos, se elijan las imágenes y las palabras a utilizar.

Pasados ya diez años, nuestros protagonistas vivirán en una dualidad que les puede resultar difícil de manejar: Sentirse reconfortados por el reconocimiento social, por saber que la sociedad no olvida ese día aciago que cambió el resto de sus vidas y, al mismo tiempo, necesitar pasar página para siempre y continuar con su nueva vida como un ciudadano más, sin protagonismos.

A veces nos preguntamos ¿Cómo podemos ayudarles en este momento? ¿Cómo hacer para que se sientan lo mejor posible?

  • Escuchando su voz, sus peticiones y necesidades
  • Aceptando sus silencios, su falta de interés en colaborar en los actos de homenaje
  • Estar ahí, en silencio, presentes.
  • Comprendiendo su derecho a querer y a no querer, a reír y a llorar diez años después.

Lo que necesitan de nosotros es saber que, sientan lo que sientan, hagan lo que hagan, nosotros permanecemos disponibles, sin juzgarlos ni presionarlos. Ese será el mejor homenaje.

Desde estas líneas, como profesionales que colaboramos en la atención a supervivientes y familiares, nuestro homenaje no puede ser otro que mostrar nuestro agradecimiento a todas aquellas personas que, con el alma rota, nos permitieron acercarnos a prestarles nuestro apoyo y que, sumidos en el dolor y la desesperación, sacaron unos segundos de fortaleza para darnos las gracias por nuestra labor. Eso sí es ser grande.

Muchas gracias.

Rosana y Mónica Pereira Davila
Responsables de Haztúa Psicología Positiva
www.haztua.com

“10 preguntas para saber si cumplirás las metas que te has propuesto este año” por Rosana y Mónica Pereira

FOTO_ROSANAYMONICA_HAZTUASeguramente este año, como los anteriores, te has planteado una serie de propósitos que esta vez, sí o sí, vas a lograr.

O tal vez eres de los que ya han tirado la toalla y piensas que es mejor dejar que la vida te sorprenda antes que desilusionarte una vez más porque crees que no tienes fuerza de voluntad para conseguir lo que te propones.

Hay algunas preguntas que te convendría responder si este año, de una vez por todas, quieres cumplir con tus objetivos.

Es importante que tengas clara la diferencia entre una meta y un sueño. Si quieres convertir tus sueños en metas tienes que hacerlos “operativos”, es decir, hacer que funcionen. Y para eso necesitas responder por adelantado algunas preguntas:

1.      ¿Qué quiero conseguir? Tu meta tiene que ser específica y medible. Definida con claridad. No digas “voy a adelgazar”; di “voy a perder 4 kilos”.

2.      ¿Me motiva? Si la meta que te propones no te motiva o crees que es muy difícil de conseguir no harás lo necesario para lograrlo. Si es demasiado sencilla o demasiado complicada de conseguir no serás capaz de sentirte motivado por ella.

3.      ¿Para qué quiero conseguir mi objetivo? Puede parecer una obviedad, pero si no tienes claro para qué quieres que las cosas cambien, es complicado que tengas la motivación necesaria para llevar a cabo el cambio.

4.      ¿Estoy siendo realista? En principio, casi cualquier meta es posible de alcanzar, pero es necesario que analices los plazos y las metas intermedias que necesitarás para alcanzar un objetivo “ambicioso”. No es realista pensar que serás bilingüe en inglés en tres meses si partes de cero, o que perderás quince kilos en una semana.

5.      ¿Cuándo quiero haber conseguido mi objetivo? Necesitas saber cuándo vas a alcanzar el objetivo, marcarte una fecha de cumplimiento (“en marzo habré perdido 4 kilos”), de lo contrario tu cerebro no tendrá instrucciones claras acerca de los límites temporales.

6.      ¿Cómo voy a conseguir mi objetivo? Detalla qué concretamente vas a hacer diferente de lo que has hecho hasta ahora para que los resultados que obtengas sean diferentes de los que has obtenido hasta ahora. “Voy a salir a caminar tres veces a la semana durante 1 hora, todas las semanas durante los próximos tres meses” “Voy a eliminar la comida precocinada en las cenas durante los próximos dos meses” “Durante esta semana voy a eliminar el cigarro que fumo antes de desayunar

7.      ¿Cuál será el impacto en mí y en las personas que me importan si lo consigo? Puede ocurrir que interiormente tengas la sospecha de que conseguir esa meta va a perjudicarte de alguna manera a ti o a las personas que te importan. Analiza esa posibilidad porque puede ser la causa de que, sin darte cuenta, estés boicoteando el éxito de tus proyectos. Imagina que quieres conseguir un mejor empleo pero temes que eso suponga viajar y pasar tiempo lejos de la familia. Una parte de ti querrá conseguir la meta, y otra, sin que seas consciente de que está ocurriendo, hará todo lo posible para que no lo consigas.

Otras razones pueden estar impidiendo que tengas éxito cuando te propones una meta. Te dejo tres preguntas más para que reflexiones sobre ellas: 

8.      ¿Tengo esperanza real de que lo voy a conseguir?

9.      ¿Me siento capaz de conseguirlo?

10.   ¿Siento que merezco eso que quiero conseguir?

Y lo más importante, recuerda cuando te dispongas a caminar hacia tus metas que:

El fracaso no existe, solo son resultados. Y los resultados siempre pueden mejorar con la práctica.

Rosana y Mónica Pereira Davila
Responsables de Haztúa Psicología Positiva
www.haztua.com

“¿Quieres tener éxito? Programa tu cerebro para triunfar” por Rosana y Mónica Pereira

FOTO_ROSANAYMONICA_HAZTUAEn ocasiones, cuando los psicólogos tratamos de estudiar el comportamiento humano utilizamos métodos, cuando menos, “curiosos”. Porque uno se puede preguntar “¿qué tenemos en común un ratón de laboratorio y yo…?” Y lo cierto es que, aunque no nos haga mucha gracia, hay conductas que no nos hacen tan diferentes. Una de esas conductas es el deseo, la necesidad incluso, de alcanzar el éxito en los retos a los que nos enfrentamos.

La investigación ha encontrado que, tanto los animales estudiados como las personas, segregamos mayores niveles de testosterona y de dopamina cuando hemos conseguido resolver con éxito una tarea a la que nos enfrentábamos.

Cuando la dopamina, también conocida como la hormona de la felicidad, inunda nuestro torrente sanguíneo, nos sentimos bien, prestamos menos atención a muchos de los miedos que nos bloquean, bajan nuestros niveles de ansiedad y depresión, mejoran nuestras capacidades cognitivas, nos volvemos más creativos… Es decir, entramos en el estado mental que nos lleva a querer intentar otros retos que nos permitan obtener nuevos éxitos. Es un círculo de comportamiento que se retroalimenta de forma positiva.

Para empezar a regar nuestro cerebro con altas dosis de dopamina y programarlo para triunfar, te recomiendo una técnica muy sencilla que puedes practicar siempre que quieras hasta convertirla en un hábito. Esta técnica se llama: “Lo que salió bien”. Y lo único que tienes que hacer es cada noche, poco antes de acostarte, anotar en una hoja todo aquello que salió bien en el día. Ve a lo pequeño, a lo cotidiano:

–         Saludé al vecino antipático y me devolvió el saludo.

–         Las nubes desaparecieron y al final salió el sol y se quedó un día estupendo.

–         Le dije a mi hermano que no podía prestarle el coche y no se enfadó conmigo.

–         Me atreví a decirle a la persona que se quería colar en el súper que yo estaba antes para pagar y me sentí genial.

–         Encontré un billete en la chaqueta que no me ponía desde el año pasado…

Para empezar, puedes incluir esas cosas que salieron bien aunque tú no hicieras nada para conseguirlo. Si eres capaz de ir coleccionando los momentos en los que el resultado ha sido positivo y recreándote en ellos, conseguirás aumentar tus niveles de dopamina en sangre y te encontrarás mejor. Al sentirte mejor te atreverás a hacer cosas que ni pensabas cuando estabas triste y preocupado. Cada nuevo intento es una nueva oportunidad de tener éxito y cada éxito una inyección de dopamina…

Puede que en este momento estés pensando: “Ya, qué lista, pero ¿qué pasa si no lo consigo…?”. Pues entonces tendremos que pasar a la fase siguiente que es cambiar de un enfoque fijo sobre nuestras capacidades a un enfoque incremental… Pero eso lo dejamos para el siguiente artículo. Mientras tanto, practica la técnica. Yo estoy sintiendo ya el subidón de dopamina porque, al final, este artículo “salió bien”.

Rosana y Mónica Pereira Davila
Responsables de Haztúa Psicología Positiva
www.haztua.com

 

“Secuelas psicológicas tras diez años de secuestro” por Rosana y Mónica Pereira

FOTO_ROSANAYMONICA_HAZTUAAnte la reciente noticia de la aparición de tres jóvenes que han vivido los últimos diez años retenidas por sus secuestradores, se plantean muchos interrogantes acerca de cuáles pueden ser las secuelas psicológicas y emocionales que podrían sufrir estas tres chicas a partir del momento de su liberación.

Para una persona que ha estado diez años secuestrada y aislada del mundo, volver a su vida anterior al secuestro evidentemente es un shock. Esa persona va a esperar que el mundo exterior siga más o menos igual que cuando lo dejó y se va a encontrar con muchísimos cambios. Igual que para ellas han pasado diez años, para sus seres queridos también. Faltará gente, habrá gente nueva, y eso va a generar mucha incertidumbre y mucha dificultad para ir asumiendo todo lo que ha ocurrido en su mundo.

El trabajo de los profesionales pasará por tratar de normalizar lo más posible todo lo sucedido. Es posible que lleguen a extrañar la vida en cautividad, y tienen que saber que eso es normal. Hay que ir poco a poco explicándoles qué puede ocurrir, adelantarles lo que van a sentir. 

En esta situación, después de diez años privadas de libertad, hasta el simple hecho de salir a la calle puede resultar abrumador para ellas. A esto hay que añadir que ahora son muy conocidas y pueden sentirse sobrepasadas por el mismo reconocimiento de la gente por la calle. Tendrán que ir relacionándose poco a poco, primero con sus círculos más cercanos y respetando el ritmo que ellas mismas vayan marcando.

Sin duda, la edad a la que han sido secuestradas también influye en las posibles secuelas emocionales. Estas jóvenes fueron secuestradas cuando tenían entre 14 y 20 años. A más edad, existen muchas más experiencias previas de vida que permiten saber que la situación que se está viviendo no es “normal”. A menor edad es más fácil adaptarse a las condiciones de vida impuestas por el secuestrador porque tienen menos experiencias con las que comparar, es la vida que conocen y no lo ven como algo extraño. Cuanto más mayor, más dificultad para asumir lo vivido porque es algo que se vive como ajeno a uno mismo, no se ha decidido. Por otra parte, esa madurez mental también puede ayudar en el proceso de recuperación ya que permite mayor capacidad de crítica con respecto al secuestrador que cuando se trata de un niño más pequeño. Es muy difícil para los niños más pequeños romper con su secuestrador, ya que muchas veces sólo tienen recuerdos de esa persona que les ha secuestrado y carecen de memoria de su vida anterior al secuestro. El secuestrador se ha convertido en su única familia.

El síndrome de Estocolmo se produce tras un largo período de tiempo en el que la única interacción humana es con el secuestrador, eso genera dependencia de él, y tantas horas en soledad, sin tener relación con nadie, provocan que se desee que esa persona aparezca. La separación de esa persona que en determinados momentos ha podido dar un trato más o menos bueno (es muy importante el trato recibido durante el cautiverio), puede hacer que se le eche de menos. Para estas tres jóvenes, el haber convivido juntas, ha podido ser la razón de que no hayan desarrollado el síndrome y pidieran ayuda en cuanto tuvieron ocasión de hacerlo.

Aún son muchos los interrogantes en relación con este secuestro. La investigación ayudará a comprender la situación por la que han pasado estas tres jóvenes. Sabemos que cada persona reacciona de una manera diferente ante situaciones traumáticas. El apoyo de psicólogos en estos primeros momentos es importantísimo para una mejor y más rápida recuperación emocional y social de estas jóvenes. Y eso es lo que desde aquí les deseamos.

Rosana y Mónica Pereira Davila
Responsables de Haztúa Psicología Positiva
www.haztua.com

“¿Cómo relacionarnos mejor con los demás?” por Rosana y Mónica Pereira

FOTO_ROSANAYMONICA_HAZTUAA pesar de que estamos en la era de las comunicaciones no siempre somos capaces de relacionarnos y comunicamos bien con los demás. Porque comunicarnos no es simplemente hablar con otros. Para dominar el arte de la comunicación es imprescindible poner en práctica la escucha activa, pero… qué es esto.

Escuchar no es sólo una cuestión biológica que dependa de nuestra agudeza auditiva. Si queremos comunicarnos con los demás el primer paso es diferenciar entre oír y escuchar.  

Oír no es un acto voluntario, los sonidos llegan a nuestros oídos aunque no hagamos nada para que ocurra. Escuchar en cambio es el acto voluntario mediante el cual prestamos atención a los sonidos que percibimos. Se puede oír sin escuchar, pero para escuchar, primero hay que oír.

Pero vamos a ir un paso más allá. Si queremos mejorar el modo en que nos comunicamos debemos aprender a poner en práctica la escucha activa. Esto es: escuchar bien, con atención y cuidado, tratando de comprender lo que nos dice la otra persona.

Es decir, estar “psicológicamente” presentes. Ser conscientes de lo que nos dicen y demostrar que recibimos el mensaje. Muchas veces, parece que escuchamos a la otra persona pero en realidad estamos ocupados pensando en qué le vamos a contestar cuando acabe su turno de palabra. Y vamos unos pasos por delante preparando nuestro propio argumento.

Escuchar activamente tiene importantes ventajas en nuestras relaciones con los demás, se trate de nuestra pareja, hijos o amigos o de nuestro jefe o compañeros de trabajo.

• Porque los demás sentirán la confianza necesaria para ser sinceros con nosotros.

• Porque la persona que nos habla se siente valorada.

• Porque escuchar tiene efectos tranquilizantes y facilita que se eliminen tensiones.

• Porque favorece una relación positiva con los demás.

• Porque permite llegar al fondo de los problemas.

• Porque hace que quien nos habla sienta respeto hacia nosotros.

• Porque es una recompensa para nuestro interlocutor.

Pero cuidado: Escuchar es una recompensa muy fuerte y, en algunas personas, hablar acaba convirtiéndose en un hábito sólo para recibir esa recompensa de cualquiera que tenga en frente.

¿Cómo se practica la escucha activa?

• A través de la observación: Cuanta más información podamos obtener de la otra persona, mejor. Para ello debemos estar atentos a sus expresiones, sentimientos, gestos y a las señales que nos emite para indicarnos que nos cede el turno de palabra.

• A través de la expresión: La otra persona debe captar por nuestra actitud que le estamos prestando atención. Es importante mirar a los ojos y asentir con movimientos de cabeza. También debemos acompañar nuestros gestos con expresiones verbales:”claro entiendo”, “ya veo”, “ah-ah”…

Debemos tomar nota de que hay algunas conductas que realizamos, algunas de forma consciente y otras totalmente inconscientes, que anulan la comunicación. Por ejemplo:

• Interrumpir al que habla.

• Juzgar cada comentario que hace.

• Ofrecer una ayuda que no nos ha solicitado.

• Quitar importancia a los sentimientos de la otra persona con expresiones como “no te preocupes por esa tontería”, “no te pongas así”, etc.

• Contar “nuestra anécdota” cuando el otro está aún hablando.

• Caer en el “síndrome del experto”: Saber lo que debemos contestar cuando el otro no ha hecho más que iniciar su relato.

Escuchar activamente es una habilidad que se puede aprender y entrenar y que nos ayuda a mejorar las relaciones con los demás.

Rosana y Mónica Pereira Davila
Responsables de Haztúa Psicología Positiva
www.haztua.com
 

“6 razones por las que dejamos las cosas para mañana” por Rosana y Mónica Pereira

FOTO_ROSANAYMONICA_HAZTUALos primeros meses del año son una época muy propicia para iniciar nuevos proyectos. Es el momento de los grandes deseos y de los buenos propósitos. Pero, si te ocurre como a una gran mayoría de personas, todavía tendrás un montón de propósitos que te marcaste como metas el año pasado y aún no has llevado a puerto: ordenar el trastero, tirar toda la ropa que no usas y se amontona en el armario, escribir esa novela que te ronda en la cabeza, apuntarte a clases de inglés, dejar de fumar, cambiar de empleo, pasar más tiempo con la familia, perder esos kilos de más…

Y ahora que acabamos de comenzar un nuevo año no sabes si plantearte otras metas o volver a hacer el esfuerzo de intentar las que aún tienes pendientes y que cada día notas que se van alejando un poco más de ti.

Si nos paramos a pensarlo, no tiene demasiado sentido ir pasando de un año para otro esas cosas pendientes, entonces ¿cuáles son las razones por las que dejamos de hacer esas cosas que queremos hacer?, ¿qué es lo que nos empuja a esa “postergación” o “procrastinación”?

A continuación te dejo las razones más frecuentes por las que las personas dejamos para mañana las cosas que nos habíamos propuesto hacer:

1. En realidad no quieres hacerlo, lo vives como una “obligación”, un “debería”. Puede ser porque no te gusta esa tarea, ese trabajo, o ese “deber”. Y como no te gusta lo vas dejando a un lado el mayor tiempo posible.

Solución: Cambia tu diálogo interno. En lugar de decirte: “Tengo que ordenar el trastero” intenta algo parecido a “estaría bien tener el trastero recogido”. Así consigues dos beneficios: por una parte te centras en el resultado y no en la tarea; y por otra, evitas el sentimiento de culpa que acompaña a un “tengo que…” que no se ha cumplido. Porque si el resultado final acaba siendo el mismo (se queda sin ordenar) al menos te quitarás de encima el malestar que acompaña a la culpa del deber no cumplido.

2. No sabes cómo resolver la situación. Puede que haya algo que sabes que tienes que hacer pero no sabes cómo hacerlo.

Solución: Analiza la situación, investiga, pon en marcha tu creatividad, pide ayuda… Tal vez eso que para ti es tan complicado resulta que alguien de tu entorno ya lo ha solucionado. En ocasiones nos centramos tanto en las consecuencias del problema que se nos olvida pensar en las posibles soluciones. ¿Necesitas pasar más tiempo con la familia, qué tal un cambio de prioridades?

3. Te falta tiempo. Hay tantas cosas que te gustaría hacer si tuvieras más tiempo… Y te lo repites tantas veces que acabas por creer que es verdad. Pero el tiempo es el mismo para todos. La diferencia no está en la cantidad de tiempo que tienes sino en cómo utilizas ese tiempo.

Solución: Analiza cómo utilizas tu tiempo. Para ello, escribe en un cuaderno qué áreas de tu vida son las más importantes para ti (trabajo, pareja, hijos, amigos, ocio, descanso, espiritualidad, desarrollo personal…) Puntúa de 1 a 10 la importancia que das a cada una de las áreas que has escrito. A continuación, asigna el porcentaje de tiempo que dedicas a cada área, tomando como referencia que un día equivale al 100% de tu tiempo. Este ejercicio te devuelve una información muy valiosa que te ayuda a decidir si necesitas hacer algún cambio en el tiempo que dedicas a cada área de tu vida.

4. No sabes si realmente quieres hacer eso que te propusiste. Esto significa que tienes sentimientos ambivalentes hacia la tarea. Un ejemplo de esta situación le ocurre a la persona que se propone dejar el tabaco. Sabe que fumar le perjudica pero a la vez piensa en el placer que le produce, está convencido de que le ayuda a relajarse… Es decir, piensa que de alguna forma, también le beneficia.

Solución: Todo cambio en un hábito implica una “renuncia”. Cuando tomes una decisión para cambiar algo que venías haciendo de forma habitual, piensa en qué renuncias vas a tener que hacer y en las razones por las que los beneficios superan a los inconvenientes. Haz una lista de lo que vas a conseguir con el cambio y tenla a mano para utilizarla cuando notes que las fuerzas te flaquean. Recompénsate por cada pequeño logro alcanzado y, sobre todo, vigila tu diálogo interno por si tienes que cambiar lo que te dices a ti mismo (“es inútil, no lo conseguiré”, por “no está resultando tan insoportable como pensaba”).

5. Tienes un bloqueo y necesitas que te empujen para comenzar. Hace tiempo que una idea te ronda la cabeza pero no acabas de encontrar el modo de llevarla a la práctica. Intuyes cuál es el camino pero necesitas mayor seguridad para lanzarte.

Solución: En ocasiones la solución está en algo tan sencillo como es oírte a ti mismo decir en voz alta qué es lo que quieres hacer. Busca a alguien en quien confíes, que no te vaya a juzgar y que te escuche con atención, alguien que te ayude haciéndote las preguntas adecuadas. Tú tienes todas las soluciones, sólo tienes que permitirte encontrarlas.

6. Necesitas tiempo para reflexionar. Cuando te enfrentas a un cambio importante es necesario que dediques tiempo a reflexionar sobre las consecuencias que va a suponer para ti y para tu entorno ese cambio. Pero ten cuidado, porque tan malo es hacer las cosas sin haber pensado antes en las implicaciones que pueden tener, como llegar a una situación de “parálisis por análisis”.

Solución: Si llevas mucho tiempo analizando, reflexionando y dudando si hacer o no hacer algo, es posible que te encuentres paralizado por la indecisión. Repasa las razones anteriores que te pueden llevan a no hacer algo por si te encontraras en alguna de esas situaciones. Recuerda que cuando llegues al final de tu vida sólo te arrepentirás de aquellas cosas que no hayas hecho, no de las que intentaste y no salieron como esperabas. Si aún así no puedes tomar una decisión plantéate que ha llegado el momento de abandonar ese objetivo y dedicar tus energías a otra tarea.

Rosana y Mónica Pereira Davila
Responsables de Haztúa Psicología Positiva
www.haztua.com