Compasión ‘on line’ por Ángel Garrido

Debatía hace muy pocos días, con compañeros de diferentes grupos, las ventajas e inconvenientes para los políticos de estar presentes en las redes sociales. A favor se encontraba, por un lado, el argumento obvio de la necesidad de utilización de uno de los canales de comunicación más activos e influyentes y, por otro, la apreciación unánime de la cada vez mayor demanda ciudadana de participación e interactividad con sus representantes, que si bien es posible realizar al modo tradicional -es de decir de forma presencial- se multiplica exponencialmente, a través de la participación en lo que se ha dado en llamar política 2.0.

Si esto es así de evidente, se preguntarán cuales son la desventajas de dicha participación, que provocan que la mayoría (sí, la mayoría) de los políticos, no tenga perfiles en facebook o mucho menos en twitter. Pues sólo hay una: el miedo a cometer un error.

Acostumbrados como estamos a escenarios de debate, en las distintas sedes parlamentarias, organizados y tasados en sus tiempos; donde las interrupciones son consideradas una descortesía y donde las intervenciones pueden ser preparadas con mucho tiempo de antelación. La participación en un espacio tan vivo y tan interactivo como twitter provoca a la mayoría, lisa y llanamante, miedo escénico.

Traigo todo esto a colación, aprovechando la muy reciente polémica en twitter provocada por @elenavalenciano quien durante su tuiteo del partido España-Francia, cometió el error de preguntar por la «fealdad» de uno de los jugadores franceses. El error fue doblemente grave, dado que esta «fealdad» viene provocada por un accidente que sufrió siendo niño, cuestión que obviamente la dirigente socialista no conocía.

Como en otras ocasiones twitter se «incendió» con comentarios sobre el tuit de Valenciano, que inmediatamente pidió disculpas. Algunos de los que participamos en esta red social, de forma singular dada su relevancia pública @gonzalezpons, o yo mismo, disculpamos este tropiezo y pedimos que no se crucificara a alguien por un error en un medio donde tan fácil es para cualquiera cometerlo. Curiosamente una parte de las críticas se desvió a quienes intentábamos minimizar el desliz.

Sólo quien hace cosas se equivoca y sólo quien tiene el valor de interactuar con, en ocasiones, miles de seguidores, yerra. Yo lo he hecho y seguramente lo haré y aunque tengo muchas razones para criticar las opiniones y los hechos de Elena Valenciano, que no cuenten conmigo para un auto de fe por un error cometido en ejercicio de algo que muchos no se atreven a hacer, que no es otra cosa que escuchar y hablar con los ciudadanos. Participación de los políticos en las redes sociales sí, debate sí, aceptación de las críticas sí. Compasión ‘on line’ también.

Ángel Garrido García
Presidente del Pleno del Ayuntamiento de Madrid
@angelgarridog

“Cándido” por Ángel Garrido

Arrastrado sin duda por la moda progre de celebrar bautizos o comuniones laicas, y como si de una homilía de esa naturaleza se tratara, Cándido ha afirmado en relación a la huelga convocada por los sindicatos el próximo día 29 que es «justa y necesaria». Palabras, para asombro de todos, parafraseadas del ritual de la Misa y a las que, para aquellos que no lo conozcan, siguen las siguientes: «es nuestro deber y salvación». Pues bien, Cándido ha hecho un pleno: ni justa, ni necesaria, ni nuestro deber y desde luego nada más lejos de ser nuestra salvación.

Don Cándido no es tal. Me refiero no al don, sino a la condición que correspondería a su nombre, cuya acepción, según la Real Academia, sería la de «Sencillo, sin malicia ni doblez». Su sencillez la desconozco, pero de su malicia y doblez están las hemerotecas llenas.

Fijemonos por ejemplo en el lema que han elegido para la huelga: «Quieren acabar con los derechos laborales y sociales. Con todo». Ahí es nada. El Partido Popular, lleno de gente mala y que por alguna razón incomprensible debe detestar a los millones de trabajadores que les han votado mayoritariamente, está dispuesto a «acabar» para siempre con sus derechos. Pero la gente del PP, en su maldad leviatánica, no se conforma con algo tan simple, por eso Cándido se ve en la obligación de amenazarnos con el infierno: en realidad quieren acabar «con todo».

Y es que es mejor dejarse de medias tintas, ya está bien de esquiroles y moderados, el PP ha llegado al gobierno para acabar ‘con todo’, porque son así y porque ya se vio cuando gobernaron la última vez, que acabaron con todo; de hecho acabaron incluso con el paro. Cosa que igual ocurre otra vez. Y eso no está bien, porque después la gente les vuelve a votar y no llega de nuevo la izquierda, que ha mantenido todos los privilegios sindicales, mientras los trabajadores se amontonaban en las oficinas del INEM.

Hace ya mucho tiempo que desgraciadamente para todos -empezando por aquellos a quienes dicen representar- los sindicatos han abandonado su verdadera labor de defensa de los trabajadores y -no lo olvidemos- del empleo, para convertirse en una triste correa de transmisión, cuando no directamente en el motor, de la acción política de la izquierda. Méndez y Toxo han anunciado su fiesta. Será el 29 de marzo y a ella, dada mi supuesta condición de liquidador «de todo», les anuncio que no acudiré. Porque es una huelga injusta, innecesaria, no es deber de nadie y sólo supone una salvación: la de las prebendas de Cándido.

 

Ángel Garrido García
Presidente del Pleno del Ayuntamiento de Madrid

 

“Gallardón” por Ángel Garrido

Los admiradores de Borges -uno de los escasos escritores que cambiaron para siempre el uso del español- sabemos que a priori no hay nada más sencillo que imitar su estilo, pero a la vez, nada más difícil que probar a hacerlo y que el resultado del intento resulte en cosa distinta que una triste caricatura del mismo.

Ocurre lo mismo -mutatis mutandis- con el flamante Ministro de Justicia y hasta hace pocas fechas Alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón. Un hombre con una simbología de acción y un discurso político tan propio, que es casi imposible intentar integrar parte de ese discurso o esa dinámica, sin que quede de inmediato manifiestamente claro que se está “imitando” a Gallardón.

Gallardón, como Borges, sólo hay uno y sólo él es capaz de imitarse a sí mismo con garantía de éxito y brillar incluso en aquellos escenarios donde la luz es tenue o casi inexistente. Como muestra, sirva la batería de propuestas que ha lanzado en relación al Ministerio que administra y que han causado una auténtica conmoción en la opinión pública, aplicando lo que parecía ser hasta la fecha el menos común de los sentidos en el ministerio, ésto es, el sentido común.

A los políticos con personalidad, independientemente de su ideología y condición, se les admira y se les odia en proporciones no semejantes -los admiradores son mayoría- pero sí de intensidad muy similar. Pueden a veces contar con menos admiradores fervientes en sus propias filas, pero como escribió José Bianco, «la única estima que cuenta para un hombre inteligente es la estima del adversario».

Yo he tenido la fortuna de poder trabajar con Alberto Ruiz Gallardón y he tenido también la suerte de poder discrepar en alguna ocasión con él y hacerlo siempre recibiendo por su parte el trato elegante que caracteriza a los grandes. Paradójicamente, a raíz de una de esas discrepancias, tuve la ocasión de almorzar en privado con él. El entonces Alcalde de Madrid y mi jefe de filas, sin necesidad alguna por su parte, me comentó abierta y francamente sus opiniones en muchas materias y me expuso un cronograma de futuro para nuestra ciudad y nuestro partido, que tengo que decir se ha cumplido punto por punto.

Sólo conozco dos políticos para los que sé a ciencia cierta que el mejor regalo que se les puede hacer es un libro, una es mi querida amiga y delegada del Gobierno Cristina Cifuentes; el otro es Alberto Ruiz Gallardón, así que le regalé uno en aquella comida. Se trataba de la bonita edición de “Olímpicas” de mi admirado poeta Juan Antonio González Iglesias. Gallardón, con la suerte o el instinto de los lectores impenitentes, lo hojeó y se detuvo en su página 19, me miró y dijo algo así como “menuda frase”. Eran las dos primeras líneas del poema ‘Contra derrota’ y dicen así: “La derrota ya tiene suficientes enamorados”. Gallardón no es, afortunadamente, uno de ellos.

Ángel Garrido García, presidente del Pleno del Ayuntamiento de Madrid

¿A qué huelen las nubes? por Ángel Garrido

No ha empezado muy bien el Presidente Zapatero su nuevo oficio de «observador de nubes». De hecho fue hacer públicas sus intenciones y -como una especie de señal estelar- ver desplomarse desde los cielos el satélite UARS, que nos tuvo en vilo a todos unos dias, ante la posibilidad, nada remota, de que impactara en tierra firme y habitada.

Al Presidente Zapatero se le he acusado, no sé si con razón o sin ella, de «gafe». Pero a mí, más allá de anécdotas nada concluyentes de ciertas derrotas deportivas en su presencia, personalmente siempre me ha parecido lo contrario, es decir: ZP es un hombre con suerte.

Porque díganme a mí si no es tener verdadera suerte que después del estado en el que ha sumido el Estado -y perdonen mi voluntaria redundancia- alguien, en este caso el Señor Rubalcaba (y recalco lo de Señor), decida «comerse el marrón» y dejar que el en breve ex-Presidente, se pueda marchar con toda tranquilidad a observar nubes. Es una verdadera suerte, en serio. Yo creo que ni el mismo se lo imaginaba y esperaba con terror infantil que en algún Congreso montado ad hoc, todos sus posibles sucesores por aclamación le pidieran que se volviese a presentar, que a ellos les daba la risa. Pero este hombre, créanme, tiene suerte.

O explíquenme también si no es una cosa de intervención directa de la diosa Fortuna el hecho de que habiendo nombrado en Ministerios transcendentales como los de Fomento, Economía o Sanidad, a personas de la acreditada solvencia de Magdalena Álvarez, Leire Pajín, María Antonia Trujillo o Elena Salgado, España no haya tenido que declararse en quiebra, salir de Europa y pedir el ingreso en alguna organización económica centroafricana. Es un hombre con mucha, muchísima suerte.

Sí, Zapatero ha arruinado el país, es un hecho incontestable; pero viendo los compañeros de viaje que ha tenido, lo cierto es que bien se puede hablar nuevamente del «milagro español», porque es un verdadero milagro que sigamos en pie y podamos afirmar como país con Garcilaso que

Cuando me paro a contemplar mi estado

y a ver los pasos por do me han traído,

hallo, según por do anduve perdido,

que a mayor mal pudiera haber llegado;

Zapatero se va a observar nubes y yo le deseo, de corazón, lo mejor. Porque además creo que es imposible que haya hecho las cosas tan mal a propósito, así que en su descargo, al menos no hubo dolo. ZP es un hombre de suerte, ya lo he dicho, así que una vez esté por allí arriba observando, es posible que no vuelva a llover en el mundo, pero seguro que es el primer ser humano que desvela el célebre enigma publicitario de a qué huelen las nubes. Por mucho menos otros Presidentes han ganado un Nobel.

Ángel Garrido, concejal del Ayuntamiento de Madrid

«Decálogo del político buenista (unisex y ambidiestro)» por Ángel Garrido

1 – Si eres de izquierdas, procura parecer un poco de derechas. Si eres de derechas, procura parecer un poco de izquierdas.

2 – Sé crítico con los tuyos. No hace falta tener razón, basta con parecer diferente.

3 – Di siempre lo que piensas. Lo que piensas que la gente quiere oír claro.

4 – Sensu contrario, nunca digas nada que creas que la gente no quiere oír.

5 – Desconfía de los principios; es infinitamente mejor el sentido de la oportunidad. Ignora a los resabiados que lo califican burdamente como oportunismo.

6 – Elabora un prontuario de frases buenistas y tenlo siempre a mano, no hace falta que digan nada pero es importante que sirvan para todo. Verbigracia: “Debemos desarrollar acciones integradoras que esculpan espacios de encuentro, donde los nexos de colaboración se establezcan a través de hilos de diálogo entre los agentes implicados”. Bonita ¿verdad?

7 – Sigue siendo un error muy frecuente querer distinguir a las personas por sus méritos y capacidad. El buenismo no juzga a las personas por cosas así, sino por su sonrisa.

8 – Olvida lo que tantas veces habrás escuchado sobre que en democracia las formas son importantes. Olvídalo por completo. En el Buenismo, las formas son lo ÚNICO importante. Deja asuntos triviales como el fondo, para filósofos o catedráticos de ética, que a ti no te pagan para eso.

9 – Más de un gran buenista se ha malogrado por no elegir las citas oportunas. Si eres de izquierdas, cita a Vargas Llosa; si eres de derechas, Benedetti es tu hombre. Por supuesto no hace falta haberlos leído.

10 -Si hay que desconfiar de los principios, aún más de las convicciones. Los principios son contrarios a la necesaria flexibilidad buenista, pero las convicciones nos pueden llevar al desastre de no poder cambiar de principios.

Ángel Garrido, concejal (PP) Ayuntamiento de Madrid

“Matando al pajarito” por Ángel Garrido

La fiebre del 2.0 se ha desatado y todos los políticos han desembarcado en las Redes Sociales. Los candidatos de primera línea de todos los partidos, con fantásticas páginas web; los más humildes, con una cuenta en Twitter –la red del pajarito azul- que es gratis.  ¡Pobre pajarito!

Las «redes sociales», conviene reparar en la obviedad, no son «redes políticas». No nacieron para lo último y sí para lo primero es decir, para mantener el contacto con aquellas personas que ya formaban parte de nuestra red social y por supuesto, o sobre todo, para ampliar dicha red. Si una persona pretende conseguir amigos a través de Facebook o seguidores en Twitter, casi con total seguridad pretenderá ofrecer su mejor «cara social» a quienes se dirige, es decir intentará ser simpática, ocurrente, ingeniosa y tratará de poner en común en la red en la que participa, temas o referencias que puedan resultar interesantes para la mayoría.

En Twitter, si eres fontanero, no se te ocurriría twittear cosas como «en el almacén comprando tubería de plomo» y si eres director de una sucursal de banco tampoco escribirás «formalizando unas hipotecas con unos clientes». Pues eso, exactamente eso, es lo que hacen -hacemos- los políticos de todos los signos.

Ignoro a cuantas personas puede interesar un mensaje del tipo «de camino a la inauguración de nosequé en nosedonde» o a quién puede resultar estimulante un tweet como «propuesta numero X: mejorar tu calidad de vida». Bueno, en realidad no lo ignoro, lo sé: no interesan a nadie. A nadie, salvo a los que nos retroalimentamos de nuestros propios mensajes y hacemos retweets de lo que ya sabemos positivamente no tiene más destino que el cementerio de los bytes.

Pero los gurús han dicho que hay estar en las redes sociales y estamos, aburriendo al personal sí, pero estamos. Tampoco se trata de que en Twitter nos convirtamos en lo que no somos, ni entremos a competir con el club de la comedia, pero un poquito de informalidad e incorrección se agradecería y si además de los interesantísimos mensajes arriba mencionados, somos capaces, por ejemplo, de recomendar un artículo, incluir un enlace a una página útil o contar algo interesante que no tenga que ver estrictamente con la política, el resto de la red -a la que definitivamente no damos la impresión de pertenecer- nos lo agradecerá.

Hay excepciones a lo dicho y menciono a políticos con larga presencia activa y de interés en las redes como mi querida amiga Cristina Cifuentes @ccifuentes (PP) y mi también amigo José Cepeda @cepeda (PSOE) o recién llegados como Ángel Pérez (IU) @angelpereziu, el político con mayor sentido del humor que conozco, al que en muy pocos días ya debemos un tweet antológico «Mañana iré a verme al Escorial» y que espero no se contagie del rigor mortis general. Pero son eso, excepciones, el resto me temo que seremos corresponsables de la muerte del pajarito… por aburrimiento.

Ángel Garrido, concejal del Ayuntamiento de Madrid

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