“Ni Zapatero lo hizo, ni Rajoy lo hará” por Antonio Quilis

FOTO_ANTONIOQUILISImaginen ustedes a alguno de nuestros mandatarios, Rajoy o Zapatero, dirigiéndose a la nación y, con un discurso bien estructurado, didáctico y exponiendo casos concretos y fundamentados, alertan de una grave amenaza que se cierne sobre su país y sobre el Planeta entero.

Seguro que se lo imaginan, sí. Proyecten la imagen de un presidente de un gobierno llamando a la responsabilidad colectiva para afrontar una grave calamidad. Seguro que se lo imaginan, sí. Habla un presidente de una nación relatando un problema que afecta a toda la población, que le puede tocar a cualquiera en cualquier momento y lugar. Seguro que se lo imaginan, sí. Pero si no se tratara de una declaración de urgencia acerca del terrorismo, del paro, de la violencia de género… ¿sobre qué otro tema podría versar tal declaración?

¿Imaginan a alguno de estos dos líderes nacionales hablando largamente a su país a través de los medios de comunicación sobre la amenaza que supone para los ciudadanos el cambio climático? No, seguro que no se lo imaginaban. Esto es lo que hizo Barack Obama el pasado 25 de junio con el anuncio de su ambicioso plan para bajar, de nuevo, las emisiones de carbono. Me quedo en el gesto, impensable en otros países, de lo importante que es comunicar algo, el impulso de dirigirse a la nación para plantear una mirada al futuro invocando los datos de que el cambio climático está ahí y alertando de que la acción del hombre es fundamental en él.

Llaman la atención los datos que se manejan en la declaración, los hechos fehacientes de que de los últimos 15 años, 12 han sido los más calurosos de la historia, la alarmante disminución del hielo en el Ártico o que “el nivel del mar, en Nueva York, en el puerto de Nueva York, es ahora un pie (30,48 centímetros) más alto que hace un siglo”.

Obama afirma en su declaración que los datos de la ciencia “acumulados y revisados en las últimas décadas, nos dicen que nuestro planeta está cambiando  y tendrá un profundo impacto en toda la humanidad”. Es significativo oír al presidente de una de las naciones más poderosas decir que el “97% de los científicos, entre ellos, por cierto, algunos que inicialmente cuestionaron los datos, reconozcan que el planeta se está calentando y la actividad humana está contribuyendo a ello”.

El convencimiento de Estados Unidos en mostrar que la riqueza basada en un futuro más verde y sostenible se apoyará en bajar aún más las emisiones, en las renovables, en la movilidad sostenible y en crear puestos de trabajo es envidiable. Un gran contraste con el camino inverso que se está realizando aquí. Obama habló a los ciudadanos, a los empresarios, mencionando directamente incluso a gigantes como GM, Nike y Waltmart. Por cierto, el presidente de Walmart, Mike Duke, apoyó la declaración de Obama con otro comunicado posterior.

Frenar el cambio climático, desde la economía, desde la acción política, ése fue el gran mensaje de Obama. Dentro de este discurso hay otras lecturas que no debemos olvidar. El coste económico y en vidas de los desastres naturales va a ir aumentando de una manera brutal y repercutirán indudablemente en el bolsillo de los contribuyentes.  Otro recado claro es que el ser más “verde” tiene un coste, y que producir de una manera más limpia será más caro y que esos cuantías deben ser iguales para todos e imputados por igual en la producción en los países desarrollados, en vías de desarrollo o en el tercer mundo. Es una cuestión global.

Sí, es razonable que los presidentes hablen a sus empresarios y a sus ciudadanos de tú a tú a través de los medios, dando directamente sus mensajes a la nación. El valor que significa que un máximo dirigente transmita su pensamiento semanalmente a sus conciudadanos es ya una diferencia abismal con lo que tenemos en nuestra casa. Comunica con una estrategia muy clara, apoyándose en el discurso en radio y televisión y en la imagen. Y sí, también en gráficos que llegan a tu correo a través de un boletín al que te has apuntado a través de la web de la Casa Blanca. Increíble, ¿no? Parece normal que se haga así… pero aquí no lo hacemos.

Me pregunto: ¿qué es lo que tiene que ocurrir para que nuestro presidente se plante delante de un micro o detrás de una cámara y nos hable directamente a todos los ciudadanos única y exclusivamente del cambio climático durante unos cuantos minutos? ¿Y para que nos plantee una estrategia clara e irreversible, un plan serio para bajar las emisiones de carbono?  Ni Zapatero lo hizo, ni Rajoy lo hará. Y si alguno lo hace, invito a unas cañas, ecológicas, al primer “presi” que lo haga.

Antonio Quilis Sanz
@AntonioQuilis
Director de El Mundo Ecológico

 

«Ser eco nos es fácil, pero es mejor que no serlo» por Antonio Quilis

FOTO_ANTONIOQUILISPor cuarto año consecutivo España se convierte en el país europeo que más hectáreas dedica a la agricultura y a la explotación ecológicas. Los datos publicados por el ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente nos dejan en buen lugar en todos los órdenes de la producción eco e incluso en el consumo.

A pesar de las campañas que se desatan cíclicamente poniendo en duda las bondades de los alimentos orgánicos y de las respuestas a favor, más o menos afortunadas, que surgen desde los más diversos ámbitos, es incuestionable admitir que lo “bio” está creciendo a ritmos superiores al 15% de media. Un crecimiento avalado por nuestras exportaciones al extranjero y por un leve incremento del consumo en el mercado interior. Debo añadir que, afortunadamente, se está creciendo gracias a un factor de conciencia y de convencimiento y no de moda, lo que sería un grave error.

Este buen comportamiento podría ser mucho mejor si se aportara un empuje en tres frentes muy definidos que crearían más demanda, más empleo, más salud y mejores precios. Por un lado, es de sobra conocido que muchas de las materias primas eco se “fugan” a través de nuestras fronteras para ser “repatriadas” con el formato de alimentos elaborados, procesados. En este capítulo una buena iniciativa sería la de desarrollar políticas de incentivos o de apoyo para la implantación de industrias procesadoras, de manipulación y transformación de alimentos para ser destinados al mercado interior y exterior.

Otro de los flancos en los que se debe trabajar es el de la concienciación ciudadana para promover su consumo y aportar información a los potenciales clientes. La sensibilización es fundamental, ya que el mercado está desarrollándose lentamente, y existe una gran oportunidad de avance para que podamos ser dueños de la comercialización y de la venta.

Y, finalmente, ayudar a la transformación de los productores “convencionales” a dar el paso hacia lo ecológico, como oportunidad. Me viene a la cabeza una nota de prensa emitida por UPA en la que se afirmaba que cada día se cerraban en España cuatro explotaciones lecheras. Puede ser un claro ejemplo de un sector que puede transformarse buscando nuevos caminos y nuevas oportunidades.

En este mismo capítulo, conozco cada vez más casos de productores que afirman estar realizando buenas prácticas en sus cultivos, produciendo eco, pero abandonan la idea de etiquetar con el sello  por temas de coste y tiempo (y conocimiento, añadiría yo). Atendiendo a la bondad de sus palabras me comentan que ellos no tienen porqué pagar un certificado que garantiza que no contaminan y que producen alimentos sanos, sino aquellos agricultores que “envenenan”. Algo de razón tienen, la verdad, peor este gesto de ser eco en casa sólo llega a los más cercanos y los que confían en ti…

Ser “eco” nos es fácil, pero es mejor que no serlo.

 

Antonio Quilis
@AntonioQuilis
Director de El Mundo Ecológico

“Gestos” por Antonio Quilis

Hace tres años visitaba Asturias y me topé con la celebración del renombrado descenso internacional del Río Sella. Más bien llegué un día después, al día siguiente de la “fiesta”. Desde luego tuvieron que ser unos festejos bastante sonados, sobre todo por el estado en el que quedó la zona de acampada y aledaños.

Mi corazón no daba crédito al ruinoso estado del recinto. Era desgarrador el ver cómo aquel campo estaba sembrado de plásticos, botellas y bolsas por doquier, había sido transformado por el “bienestar” del ser humano. No me entraba en la cabeza que, un lugar,  donde se suponía que se realizaba una fiesta deportiva, lúdica, que gira en torno a un río y se supone le rinde culto (elemento clave de la Madre Naturaleza), fuera atacado de tal manera.

Hablamos de gestos. A estos campistas, por llamarlos de alguna manera,  no les tembló la mano a la hora de plantar las piquetas de sus tiendas de campaña y de dejar la huella en aquel entorno. Vivieron allí unos días y no supieron ni recoger su propia inmundicia. Qué falta de tacto para quien te acoge…

Seguro que todos tenemos más ejemplos de este calibre… Las malditas colillas en la arena de la playa o, las incendiarias, en cualquier cuneta, las latas en los ríos, el macarra que lanza alegremente la bolsa de plástico en el campo…

Cambio de escenario. Estuve pasando el día en una impoluta estación de trenes madrileña observando la curiosa mecánica de depositar un desecho en una papelera. No fue mi principal labor esa jornada, pero me dediqué a observar gestos también. El cubo en cuestión estaba compartimentado en tres, con los colores correspondientes al tipo de basura que caería en ellos: naranja (orgánico), azul (papel) y amarillo (plástico).

Era curioso ver las distintas reacciones de los viajeros de Chamartín ante el hecho de depositar su basura. La gran mayoría, por sus reacciones, esperaban un cubo, con un solo orificio donde “encestar” su residuo. Marcha hacia el cubo, acercamiento, alzada de mano y… congelación del tiro in extremis. Posteriormente, el ejercicio de ser responsable (el tirar el desperdicio a una papelera es ya un buen ejercicio de correcta ciudadanía) tomaba distintos caminos, dependiendo de las decisiones del actor.

Prácticamente todos tenían que pensar a qué color correspondía su basura. Azul, naranja, amarillo… La mano se quedaba suspendida en el aire un poco más de tiempo del “necesario”, apenas unas décimas. En una rápida contabilización mental prácticamente todos los que se paraban a pensar lograban embocar correctamente. Los que no pensaban, o no se fijaban que había que decidir, malograban el tiro, no había intención de soltar correctamente en el color correspondiente.

La diferencia entre el gesto responsable y el irresponsable estribaba en apenas unas décimas de segundo de nuestro apreciado tiempo. ¿Tanto vale nuestro tiempo?

Antonio Quilis
@AntonioQuilis
Director de El Mundo Ecológico
Director de comunicación y marketing de El Bosque Madrid Sierra

 

“No quiero crecer” por Antonio Quilis

Lo reconozco, no quiero. No quiero crecer. No hablo de mi altura ni de mi madurez. No quiero gastar más, ¿no puedo y/o no me dejan? Quiero que desaparezca la presión consumista, que los datos de crecimiento sean negativos y que los índices de precios también. Que las ventas caigan en picado. Que bajen los precios de los servicios. ¿Qué caiga más la bolsa? ¡Sí! Que baje la hipoteca del banco que tiene mi casa.

Quiero que se recicle más gastando menos. Quiero eliminar al contaminador y premiar lo natural. Quiero menos desplazamientos en coche y que a su vez consuman menos CO2. Deseo ver un consumo responsable y que los recursos sean más abundantes, no para ser explotados, sino para ser disfrutados desde la necesidad más básica. No quiero, quiero, no quiero….

No me apetece seguir en el modelo actual de desarrollo económico. Nos han acostumbrado a que lo lógico y normal es que todo crezca, que el contexto económico válido y lógico sea el crecimiento. Deseo todo lo contrario, lo que significa decrecimiento sostenible, por encima de todas las cosas, sin menoscabar la salud, la educación y el equilibrio natural de la existencia de cada uno de nosotros.

Dos ideas: seguir viviendo consumiendo menos. Disfrutar cada vez más de la vida gastando menos. Parece que todo esto es imposible y puede que lo sea. Esta desordenada lista personal de anhelos que se contradicen y que suenan a utopía me confunde. Pero me hace pensar que algo no funciona en nuestro sistema. En los últimos años, hemos tenido que crecer, gastando lo que no teníamos. ¿Estamos locos? Creo que ahora nos toca decrecer de una manera sostenible. Con orden.

La necesidad de ser eficientes: no al recorte

Desde el más absoluto desprecio a la desidia sale mi siguiente reflexión. Hace meses que se airean y se aplican los recortes institucionales y aparecen cada vez más datos para cuestionarnos la validez de algunos gestores. Ahora van a ver dónde está el derroche, el sinsentido del gasto, pero no desde la responsabilidad y la eficiencia. Hace unos días, Metro de Madrid envió una nota de prensa en la que se hacía gala de una sorprendente acción de ahorro: se decide que se van a apagar las luces, las máquinas expendedoras y las escaleras mecánicas cuando no se usan (de noche) y se instalará iluminación de bajo consumo. Increíble que nadie se percatara hasta ahora de este derroche inexplicable que no pondríamos en práctica ni en nuestra propia casa. Se aplica el ahorro dentro de la necesidad de no gastar y recortar, no desde una necesidad anterior por ser más eficientes, de consumir lo imprescindible. Cuando se «crecía» no había necesidad de eficiencia. Sólo de malgasto. En estos momentos, las empresas aplican las medidas de eficiencia como política ambiental, pero detrás de ellas existe un claro ánimo de ahorro. Todo lo que no se consuma no se gasta, nos deja mayor margen para el beneficio o para ser más competitivos.

Desde hace siglos, en nuestro Planeta, lo natural parecía que todos los estados, las empresas y las personas buscaran el crecimiento -económico, geográfico, demográfico, personal…- como fórmula de éxito y como forma de vida. Lo que se denominaba el progreso. Pensando un poco en la evolución de la humanidad, nuestro instinto natural de supervivencia, una vez superados los peligros básicos, se ha movido hacia la persecución del bienestar. La tarea de sobrevivir ha desaparecido cuando creíamos tener domada a la Naturaleza. Ha aparecido la enfermedad por tener, poseer y acumular. Enfermedad que en menor o mayor medida todos padecemos.

Tener más, crecer y gastar

Es muy importante para el sistema que se perciba esta búsqueda del bienestar como el acaparamiento de más cosas, más patrimonio, más saldo en nuestra cuenta, mejor empleo y salario y mejores perspectivas de vida. No hago distingos ni de países ni de economías, porque el sistema actual incita a la mejora económica personal y colectiva, en prácticamente todo la Tierra, aunque hablemos de zonas del mundo sumidas en la pobreza. Nos estamos vendiendo a nosotros mismos un modelo de consumo y desarrollo basado en tener más, crecer y gastar. Tener, crecer más y gastar. Tener, crecer y gastar más. Y así cíclicamente, incansablemente, hasta agotar lo que parecía inacabable.

Una vez sumidos en tan pasmoso estado de posesión, en esta crisis nos entran los miedos por perder cosas, bienes o estatus. Creo que el acojone actual, es un miedo basado en el apego a la propiedad y a las situaciones. En la actualidad, todos tienen pavor a no tener, a menguar, a decrecer. Como dice una amiga mía “este miedo te pasa por tener cosas. Si no las tuvieras no manifestarías el miedo a perderlas”. Toda la razón del mundo en esa frase. La última reflexión: tenemos pavor a perder porque tenemos algo y porque también nos incitan el miedo a dejar de tener, a sentir el vacío.

Una economía sostenible está basada en poder atender a todos sin hipotecar los recursos. Un desarrollo sostenible no puede estar ligado a la palabra crecimiento. Esta verbo, crecer, significa gastar más.

Arruguémonos, mengüemos y adoptemos un tamaño natural y lógico. Sea feliz con menos.

Antonio Quilis Sanz
@AntonioQuilis
Director de El Mundo Ecológico
Director de comunicación de El Bosque Madrid Sierra

«Shell, ni paga ni limpia» por Amnistía Internacional

Amnistía Internacional, organización que lleva trabajando desde hace más de cincuenta años para que se respeten los derechos humanos en todo el mundo y que cuenta con el premio Nobel de la Paz, está desarrollando en estas semanas una acción bajo el lema “Shell, ni paga ni limpia”, para pedir a la empresa petrolera que sufrague la limpieza de los vertidos que ha provocado en la zona del Delta del Níger, aportando los mil millones de dólares que el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) estima necesarios para ello.

La organización exige también a la empresa que reconozca su responsabilidad en el deterioro medioambiental del delta y que pague indemnizaciones a las comunidades afectadas por las vulneraciones de derechos humanos que ha cometido. Shell, que duplicó sus beneficios en el tercer trimestre de 2011, alcanzando los 7.000 millones de dólares, ofreció inicialmente a la comunidad de Bodo (Nigeria), la más afectada por los vertidos, tan sólo 50 sacos de arroz, alubias, azúcar y tomates como compensación por el desastre.

Las consecuencias que la actividad de Shell ha producido en el ecosistema de la zona, una de las regiones con mayor biodiversidad de África, quedan descritas en el informe “La verdadera Tragedia. Demorase inacción frente a los vertidos de petróleo en el Delta del Níger”, elaborado por Amnistía Internacional y el Centro para el Medio Ambiente, los Derechos Humanos y el Desarrollo (CEHRD). La ONU calcula que podría tardarse más de 25 años en rehabilitar la zona.

Entre los años 1976 y 2001 se registraron más de 6.800 vertidos en el Delta del Níger. En Bodo, enla región Ogoni, dos vertidos de Shell propiciaron en 2008 el derrame de miles de barriles de petróleo debido a fallos en un oleoducto dela compañía. Tres años después, la contaminación producida por ese escape no ha sido limpiada correctamente y el impacto sobre el medio ambiente y los derechos humanos de las personas afectadas ha sido enorme.

Lo más grave es que lo sucedido en Bodo no es un caso aislado, sino un ejemplo extensible a toda la región. Los vertidos han contaminado el agua, las tierras cultivables y los caladeros de pesca que dan sustento a la población. Las reservas de mariscos, de cuya recolección depende la subsistencia de las mujeres, se han visto también afectadas.

A esto se añaden los serios problemas de salud que afrontan los habitantes de la zona a consecuencia de los vertidos. Uno de los hechos más graves descubiertos es la contaminación del agua potable, con el riesgo que esto conlleva para la población. En uno de los casos estudiados por el PNUMA, el agua contenía niveles de un conocido agente cancerígeno 900 veces superiores a los señalados en las directrices dela Organización Mundial de la Salud.

Se estima que el petróleo ha generado en Nigeria alrededor de seiscientos mil millones de dólares desde la década de los 60. De hecho, el sector del petróleo y del gas representa casi el 80% de los ingresos del Estado. Sin embargo, la mayoría de la población de la zona continúa sumida en la pobreza.

La compañía, que había admitido inicialmente que los vertidos habían sido producidos por defectos en el mantenimiento de sus oleoductos, culpa ahora de ellos a los sabotajes en sus instalaciones. Así, Shell intenta evadir el cumplimiento de la legislación nigeriana, que establece que la compañía debe limpiar el vertido y pagar indemnizaciones.

Shell asegura además que “responde de inmediato” a los vertidos que realiza. Sin embargo, Naciones Unidas confirmó que en los vertidos de Bodo de 2008 el petróleo continuó brotando semanas después de que éstos fueran denunciados y que las zonas que según la compañía se habían limpiado continuaban contaminadas.

Independientemente de la causa de los vertidos, Amnistía Internacional y la CEHRD instan a Shell a cumplir con su obligación de limpiar las zonas afectadas, aliviando así los daños causados, que afectan según el PNUD a más del 60% de la población.

Petróleo y conflicto son ya tristes rasgos distintivos del delta del Níger. Shell ha ennegrecido con vertidos e irresponsabilidad la vida de miles de personas y ahora es su nombre el que está manchado. La compañía debe reparar inmediatamente el daño que han producido sus actividades durante los cincuenta años en los que éstas han quedado impunes.

Para lograr estos objetivos, activistas de AI en todo el mundo recogerán firmas que se entregarán en el marco de la próxima asamblea general de la empresa multinacional anglo-holandesa.

Amnistía Internacional Tres Cantos

“España, del gris al verde” por Miguel Aguado

Los españoles tenemos poco “amor propio” y valoramos más lo de fuera. En innovación ambiental no faltamos a la regla.  Pero hay otra realidad. El resto de Europa nos valoran más como un país moderno, innovador y avanzado que nosotros mismos según los últimos barómetros europeos.

Dos ejemplos poco “puestos en valor”:

El desastre del Prestige en 2002 nos puso a todos, entre otras cosas, ante una evidencia: la fragilidad de los ecosistemas y el daño causado por la codicia humana. Pero también otras cosas, el gran ejemplo de la magnífica actuación solidaria sin precedentes de los miles de voluntarios para salvar la costa, cies y recuperar el entorno. Otra fue la capacidad de las empresas, administraciones, investigadores y universidades para recuperar los daños, restaurar lugares como las Islas Cíes, recuperar la industria y un largo etcétera. Se innovó en técnicas, equipos y procedimientos. Pero no lo pusimos en valor. En estos días hemos conocido como el Gobierno de Obama lanza el mayor estudio realizado hasta el momento sobre los efectos del crudo en la salud de los operarios en su catástrofe del vertido de BP, y utiliza como referente el trabajo científico hecho en España con los marineros que recogieron el chapapote y que se ha convertido en una pauta que EEUU quiere seguir en sus propios estudios sobre el vertido de BP.

El otro sería lo realizado en la catástrofe de Aznalcollar en 1998 por un vertido de residuos tóxicos en el Parque nacional y natural de Doñana, en Andalucía. Seguro que recordamos las imágenes. Hoy la situación es totalmente la contraria. Se llevó a cabo un inmenso trabajo de coordinación logística, de colaboración científica para identificar sustancias y neutralizarlas, de restauración paisajística, de coordinación institucional y un largo etcétera. Nos encontramos ahora con un espacio recuperado, suelos descontaminados, innovadores sistemas de cultivo para eliminar cualquier resto, un bello entorno para pasear a pie o en bici, una industria local recuperada y sostenible, y sobre todo y muy especialmente la ubicación de SOLUCAR la mayor planta solar de concentración  de la empresa ABENGOA. Energía limpia, renovable y con tecnología sevillana. Los norteamericanos nos la descubren comprando una planta “llave en mano” similar de 250 Mw.

Desde fuera valoran nuestro modelo de energías renovables, de gestión de redes eléctricas, el modelo de alta velocidad ferroviaria y el de gestión del sistema sanitario y especialmente el de trasplantes. Nos valoran más que nosotros mismos.

Tenemos dos asignaturas pendientes: mayor confianza en nuestra capacidad y un buen modelo de transferencia de conocimientos de la universidad, la ciencia y las instituciones a la empresa; todo ello con un indicador aún bajo: el número de patentes. Aún tenemos recorrido. Vamos bien, porque somos buenos.

Miguel Aguado Arnáez, Secretario de Medio Ambiente del PSM PSOE

«El modelo energético, como la crisis» por Cristina Cifuentes

En las últimas semanas, el Gobierno nos ha tenido de sorpresa en sorpresa a cuenta de sucesivas improvisaciones para reducir el gasto de energía. Una vez más ha tenido que ser  un factor externo, la crisis en Libia, el que haya hecho actuar al Gobierno. Y de nuevo, Rodríguez Zapatero ha desaprovechado la oportunidad de una reforma valiente en favor ocurrencias que dan portadas y evitan  tratar los asuntos en profundidad, pero no constituyen verdaderas estrategias que contribuyan a reducir la dependencia energética de España, que se sitúa en el 84 por ciento del consumo.

Durante los próximos cuatro meses estará vigente la reducción de la velocidad máxima de las autovías a 110 kilómetros, sobre cuya efectividad en cuanto a ahorro energético no se ponen de acuerdo ni los propios ministros, y tal vez pronto veamos reducida hasta en un 50 por ciento la iluminación en nuestras carreteras. Puede que, como sugería el presidente de la Federación Española de Municipìos y Provincias (FEMP), Pedro Castro, insistan en la limitación del tráfico de los vehículos particulares, unos días los pares y otros los impares. Y puede también que surjan nuevas ideas geniales como las ya clásicas ocurrencias de la supresión de las corbatas en verano o el regalo de bombillas.

Diez días después del anuncio de la primera de las medidas de ahorro, aún echamos en falta una estrategia meditada, un verdadero plan energético que combine eficiencia y respeto al medio ambiente. Urge diseñar un mix que limite los combustibles fósiles y contemple las renovables, pero también la nuclear. Es prioritario un giro en la política energética  de este Gobierno que, hasta ahora, sólo ha contribuido a que los ciudadanos hayan visto crecer su factura eléctrica en un 60 por ciento.

El ministro Sebastián explicó el pasado viernes que las “circunstancias especiales” de las revueltas en el mundo árabe y el norte de África ha hecho que el Gobierno tomara medidas. Todo esto suena familiar y nos devuelve unos meses atrás, a los toques de atención de los mercados internacionales, Bruselas y Merkel por los que el presidente del Gobierno se lanzó con los mayores recortes sociales de la historia de la democracia española: unas reformas laboral y de pensiones que restan derechos a los trabajadores, pero no resuelven el desempleo que está en el origen de esos recortes. 

Lamentablemente, la historia se repite para constatar una vez más el inmovilismo de un presidente del Gobierno que tardó dos años en reconocer una crisis de la que todos le advertían y que, una vez más, elige la improvisación en lugar de ofrecer respuestas meditadas que permitan implantar el modelo energético que tanto contribuiría a la recuperación económica.

Cristina Cifuentes, vicepresidenta de la Asamblea de Madrid.

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