“Tribulaciones de un euroescéptico” por Tomás M. Serna
miércoles, 21/05/2014 Deja un comentario
En fecha breve tendrá lugar un acontecimiento de especial relevancia en Europa. Se trata de las elecciones al Parlamento europeo. Hay quien opina que, dada la implacable e interminable crisis, su resultado pudiera ser de decisiva trascendencia para el devenir de este sufrido territorio del atlas mundial.
Naturalmente, también hay quienes tenemos bastantes incertidumbres al respecto; sin que ello implique necesariamente identificar a los euroescépticos con los eurófobos ni con los antieuropeos (al menos en mi caso) El presente artículo trata sobre este tema.
Cuatrocientos y pico de millones de europeos están llamados a las urnas; y se prevé un nivel de abstención y desafección popular hacia la UE bastante elevado. Algo lógico y comprensible dada la enorme desconfianza y frustración ciudadana, y el progresivo deterioro de las instituciones europeas, incapaces (por acción y omisión) de detener la degradación económica, laboral y social que martiriza a la casi totalidad de países de la Unión; obviamente a unos más que a otros.
Ante todo, siguiendo mi costumbre y fiel a la irreversible decisión adoptada hace años, no tengo reparo en declarar que me abstendré de participar en estos comicios. Entre otras razones, la decisión aludida tiene como principal fundamento mi negativa a acudir a las urnas hasta que no se instauren las `listas abiertas´. Aunque en los primeros años de democracia acepté las `listas cerradas y bloqueadas´; tiempo después consideré rechazable dicho sistema, y decidí no votar hasta que se me permitiera escoger y/o eliminar a los candidatos que las opciones políticas me presenten… Si se me impide ese libre albedrío y se me impone un listado inamovible de candidatos, sin posibilidad de anular a quienes, por las causas que sean, no quiero que me representen, simplemente no voto. Así de sencillo y elemental. Por supuesto, acepto y respeto las consideraciones discrepantes con mi decisión. Faltaría más.
Pero aparte de lo expuesto; que no tiene más valor que el simplemente subjetivo y anecdótico, hay cuestiones de mucho mayor calado y enjundia. Como las siguientes.
La política laboral de la UE está sujeta –igual que la económica y financiera- a planteamientos unilaterales comandados por los intereses partidistas del Estado líder: Alemania. Todos los demás, con mayor o menos disimulo y desvergüenza, bailan al son que `toca´ la todopoderosa Merkel en el Bundestag… Poco, o nada, les importa que la mayor fractura y desigualdad Norte-Sur de las últimas décadas se agrande día a día. Estados con más del 25% de desempleo subsisten en situación calamitosa junto a otros con solo el 5%. Y las medidas de ajustes y recortes salvajes se siguen aplicando de manera inmisericordes y contundentes, mientras la palabra solidaridad no pasa de ser una hipócrita entelequia. Al mismo tiempo, el majestuoso BCE se resiste a adoptar medidas necesarias y drásticas para detener la hemorragia social.
Es obvio que es más urgente e importante proteger y salvar bancos con problemas –muchos de ellos causados por mafiosos comportamientos de sus dirigentes- que proteger y ayudar a seres humanos, ante la indiferencia y/o desprecio de los magnates y élites poderosas. La clase política asentada en Bruselas está más preocupada y pendiente de controlar la inflación –o la deflación- , la deuda excesiva de los Estados, la reducción del déficit, las `primas de riesgo´, etc., etc., a través de dogmatismos economicistas y monetaristas excesivamente ortodoxos y de austeridad a ultranza, encorsetados con medidas de recortes infames hasta enflaquecer los Estados de bienestar a límites impensables e insostenibles; importándoles un pimiento si estas `soluciones´ conllevan la creación de más precariedad y desesperación de las clases menos pudientes… Al fin y al cabo, ellos están protegidos de miserias pertrechados en sus poltronas con sus elevados sueldos.
Por otro lado, la política exterior común de la Unión es prácticamente inexistente; subjetiva y basada en intereses particulares y coyunturales de cada Estado miembro. Su actuación en crisis mundiales está plagada de ambigüedad, incoherencia y falta de coordinación que, con frecuencia, raya en el ridículo. Hay multitud de ejemplos que ilustran y demuestran su inoperancia.
¿Y qué decir de la política de inmigración de la UE?… Sencillamente brilla por su ausencia. Y por su descarado carácter regionalista, en donde las medidas comunes a seguir son, a menudo, invisibles, estériles y, lo que es peor, en ocasiones contradictorias entre los distintos Estados. Es de una urgencia perentoria y dramática ponerse de acuerdo en esta cuestión, teniendo en cuenta que la inmigración en el territorio de la Unión ha crecido en un 40% en las últimas dos décadas; ¡en un continente que necesita ineludiblemente a los emigrantes debido a su imparable envejecimiento!
Y por último, y para no extenderme más, la política energética y medioambiental es casi onírica y esotérica. Y vergonzosa la actitud laxa y despreocupada de los países integrantes; en un espacio geográfico en donde la mitad del abastecimiento energético necesario procede de fuera de sus fronteras, mientras los Estados miembros discuten y rivalizan entre sí para ver quién saca más provecho y ventajas, y las interconexiones entre ellos son testimoniales o insuficientes. A la vez que las inversiones y normativas en energías limpias y no contaminantes son notoriamente escasas y ridículas…. Por lo visto, es necesario que surjan conflictos como el de Ucrania y Rusia para que la UE le vea las orejas al lobo y `se ponga las pilas´. Lamentable y patético.
En fin, este es, someramente, el panorama en el que nos encontramos en las próximas elecciones al Parlamento Europeo…. ¿Euroescepticismo? Quizá pero, reitero, nada que ver en lo que a mí respecta con Eurofobia… Ojalá, algún día a la UE se la pueda llamar, real y verdaderamente, los Estados Unidos de Europa y se convierta en un auténtico territorio federal, solidario, justo e igualitario; en donde el capitalismo financiero descontrolado y globalizado, causante de salvajes estragos socioeconómicos, ante la indiferencia y/o el Vº Bº de Gobiernos de todo signo, deje paso al humanismo…; en cuyo caso esta gran aventura geopolítica se convertiría en la mayor hazaña ocurrida en la historia del viejo continente. Pero eso, mucho me temo: `largo me lo fiáis´.
Tomás M. Serna Exprofesor de Secundaria, comediógrafo, actor y director teatral