“Ni súbditos ni vasallos: ¡Ciudadanos!” por Tomás M. Serna

La abdicación del rey Juan Carlos y la hereditaria transmisión de la corona a su hijo Felipe, está dando lugar a curiosos (y a menudo, divertidos) debates en los medios de comunicación escritos, radiados y televisados. Por mi parte, admito que no sigo con gran entusiasmo ni fervor las opiniones al respecto expresadas por los analistas de turno; por la sencilla razón de que están cargadas de lugares comunes, falta de originalidad y obviedades.

   La repetición de argumentos y puntos de vista es la tónica que, sin el menor rubor, emiten los `expertos´ en la materia, periodistas y politólogos que escriben sobre el tema en los periódicos, de papel y digitales.

     En cuanto a los inefables tertulianos que acuden a las radios y televisiones –muchos de ellos/as a varios sitios- sus conocidos discursos, reiterados hasta la saciedad, al ser tan repetitivos y responder de manera tan transparente y flagrante a su ideario político (o del editor que les paga), lo único que consiguen es aburrir, cuando no irritar, al sufrido escuchante o televidente. No obstante, admito que yo suelo oír o ver, de vez en cuando, algunos de estos vociferantes debates por puro divertimento, por el contenido histriónico e hilarante de las intervenciones de algunos de estos egregios personajes de la `información y comunicación´, con su ineludible carga de demagogia, cinismo e hipocresía.

   Aunque también es verdad que jamás suelo oír o ver en su totalidad la tertulia de marras; sería un acto de masoquismo insoportable. Cuando los oráculos en liza, con su imperturbable jeta, me hacen sonreír –o reír abiertamente- unas cuantas veces, hago zapping y paso a ver u oír algo más interesante, instructivo o edificante.

     Lo cierto es, en mi humilde opinión, que los debates sobre este asunto son inútiles y estériles cuando tratan sobre las alternativas a la continuación del reinado borbónico. ¿En serio alguien cree, en estos precisos momentos, en la inevitabilidad de la continuación de la monarquía? ¿De verdad cabe imaginar, con la ideología política gobernante (en mayoría absoluta) y con la aquiescencia y apoyo incondicional (tácito o declarado) a la corona de los poderes fácticos: las élites sociales, el gran capital, la banca, la jerarquía eclesiástica y, sobre todo, las Fuerzas Armadas, sea factible un referéndum para elegir entre Monarquía o República?

   Por otro lado, hay quienes ladinamente aducen que dicha consulta es inviable porque `lo impide la Constitución´. Sin embargo, cada vez hay mayor consenso en que la Carta Magna ni debe ni puede ser un documento eternamente inmutable, como la Biblia, y que habría que actualizar y/o reformar aquellos postulados que han quedado obsoletos o que, en su redacción, por razones diversas y coyunturales quedaron incompletos. La cuestión es, por tanto, ¿en esa adecuación no podría incluirse consultar al pueblo qué régimen político de Estado prefiere? ¿Acaso tal consideración es aberrante, o insensata, o incongruente, o antidemocrática? ¿O tal vez somos menores de edad, inconscientes o estúpidos para decidir algo tan importante y transcendente?

     Es evidente que se necesita una enorme dosis de ingenuidad y entusiasmo para creer que tal consulta, actualmente, se pueda llevar a cabo. Pudiera ser –no es imposible- que algún día se den las circunstancias necesarias y suficientes para ello… Pero hoy por hoy no ha lugar, y es poco menos que una utopía. No basta con la evidencia de que en este país gran parte de su ciudadanía sea republicana (y si Felipe VI no espabila, no muy tarde lo será mucha más); también es conveniente tener los pies en el suelo para evitar dolorosas caídas. La eufórica frase de mayo del 68: `seamos realistas, pidamos lo imposible´, está muy bien, siempre que se pronuncie con una sonrisa en los labios, una copa en la mano…, y sin excesiva obsesión ni fanatismo en proclamas semejantes.

     Lo expresado no impide en absoluto el ferviente deseo de que en un futuro, más o menos cercano, este país tenga el `orgullo y satisfacción´ (como suele decir el rey) de elegir al Jefe del Estado, sin que éste lo sea forzosamente por imposición genética de un sistema político que, para muchos/as, es una rémora del pasado, un estigma anacrónico y desfasado por más que se maquille, disfrace o edulcore, y que aún perdura en algunos lugares por distintas causas que alargarían excesivamente este breve artículo si entráramos a enumerarlas y analizarlas.

     Así que, solo queda añadir (respetando y pidiendo disculpas a los discrepantes); ciudadanos: paciencia, fe y esperanza…, y a seguir sin desfallecer en el empeño aunque, por ahora, nos obliguen a continuar siendo súbditos sin más remedio… Como decía el torero `filósofo´:Lo que no puede ser no puede ser; y además, es imposible”.

     En fin, ante tal impotencia, y la llegada de la estación climatológica más deseada y relajada del año para disfrutar el carpe diem y los placeres estivales que mis posibilidades y mi edad provecta me permitan (dentro de la moderada y razonable prudencia), hago mi habitual paréntesis. Eso sí, con la firme convicción de que, ni de coña `cuando llegue septiembre todo será maravilloso´; como decía la vieja y melosa cancioncita… Hasta entonces, y feliz verano.

Tomás M. Serna
Exprofesor de Secundaria, comediógrafo, actor y director teatral

 

 

“La Gran Megalópolis” por Tomás M. Serna

(Un relato-ficción de anticipación futurista irreal como la vida misma. Cualquier parecido con hechos o situaciones reales pasadas o presentes, en modo alguno debe ser considerado como mera imaginación o simple coincidencia)

FOTO_TOMASMARTINSERNA Año 2039. La Gran Depresión que devastó a Europa durante el periodo comprendido entre 2008 y 2016 hace ya tiempo que es historia y que dejó de causar pesadillas y sufrimientos a la ciudadanía. Ahora sólo es fuente de estudios y tesis en universidades y escuelas de negocios del viejo continente.

     La terrible crisis, después de arrasar como un cruel tsunami desapareció paulatinamente tras cumplir su fatídico destino, dando paso al ciclo de bonanza que, en mayor o menor medida, se disfrutaba desde hacía más de dos décadas.

     Cierto es que el panorama geopolítico había experimentado algunos cambios irreversibles y no del todo aceptados. Entre ellos, el achicamiento territorial del Estado español. En efecto, después de mucho tiempo de aspiraciones e intentos, al fin habían logrado emanciparse algunas Comunidades de la geografía hispana. De momento solo eran dos (aunque otras estaban en ello): Cataluña y el País Vasco hacía años que habían conseguido el anhelo de gran parte de sus habitantes: su ansiada separación y conversión en Estados propios e independientes.

     Pero he aquí que, paralelamente y por tal motivo, una ciudad de la región madrileña que hasta entonces solo había sido una localidad más de cierta importancia –como tantas otras de la región- llegó a convertirse en una Gran Ciudad de tamaño gigantesco, no solo en el aspecto urbanístico y demográfico sino, y de más trascendencia, en su faceta industrial, socio-laboral y económica.

     Su fabuloso éxito, sin precedentes en la historia de los municipios, había tenido su raíz en las geniales e imaginativas medidas políticas llevadas a cabo, años atrás, por sus inefables y legendarios dirigentes… Aunque, en realidad no eran nada del otro mundo, sino simplemente cuestión de osadía, perspicacia y oportunismo. Y, por supuesto, anticipación a los demás Ayuntamientos.

     En definitiva, habían tenido la portentosa idea de hacer una intensa campaña para captar y atraer a las empresas que se `sentían presionadas por el idioma y el independentismo´ en sus separatistas Comunidades de asentamiento. Algo verdaderamente bizarro y conmovedor. Una especie de promoción y `plan de venta´ de las bondades, virtudes y ventajas del municipio en cuestión; entre ellas las apetitosas bonificaciones, rebajas y exenciones tributarias y fiscales en impuestos y tasas…; además de otros golosos ofrecimientos.

   El resultado de tan fascinante propuesta fue el siguiente: centenares de empresas, muchas de ellas multinacionales, ubicadas en Cataluña y Euskadi, aprovecharon la generosa oferta y huyeron despavoridas de aquellos maléficos territorios, iniciando un imparable éxodo camino del paraíso en la tierra prometida…. Naturalmente, no pudo evitarse algunos efectos nocivos; por ejemplo, que decenas de miles de trabajadores de aquellas comunidades se fueran al paro…. Aunque eso eran daños colaterales que, al fin y al cabo, no dejaba de ser más que un `pequeño problema´ que sólo afectaba a sus insolidarios y separatistas Gobiernos.

      En la actualidad, a punto de cumplirse cuatro décadas del siglo XXI, la ciudad de marras ocupa uno de los primeros lugares en el ranking de municipios más boyantes y con más empresas del Estado español; su PIB alcanza un nivel exuberante; su desempleo casi no existe; su población se ha incrementado en más de un trescientos por cien; su deuda es cero, y el continuo superávit presupuestario municipal es la envidia (sana, por supuesto) de centenares de Ayuntamientos…. Obviamente, la ciudadanía se congratula de residir en esa especie de Arcadia contemporánea rozando el clímax de la felicidad… Desde entonces la oposición política brilla por su ausencia, prácticamente en estado catatónico.

   Hace mucho tiempo que delegaciones de políticos, técnicos consistoriales, sociólogos, economistas, etc., viajan ininterrumpidamente a esa ciudad desde lugares remotos y exóticas universidades, casi en devoto peregrinaje, para estudiar in situ el milagroso resultado de tan ingeniosa aplicación política que colocó al municipio a la cabeza mundial del éxito y la eficacia socio-laboral y económica y que, a todas luces, había propiciado el cambio y mejora del `modelo productivo´ tan desesperadamente buscado por todos desde el inicio de la Gran Crisis…      

       Esa mítica ciudad se la conoce en todo el planeta como New Alcobendas City…. Antes tenía un nombre más sencillo, pero decidieron americanizar su denominación en vista de la avalancha de empresas multinacionales -muchas de ellas originarias de EE UU y Reino Unido- que decidieron trasladarse a su terruño… La propaganda, el márketing y la globalización es lo que tienen….

Tomás M. Serna
Exprofesor de Secundaria, comediógrafo, actor y director teatral

“El debate monarquía o república” por Esperanza Fernández

Esperanza Fernández, portavoz UPyD GetafeDesde que se ha producido la abdicación del rey, no salgo del asombro. Los comentarios que estoy viendo estos días inducen a pensar que una buena parte de mis conciudadanos ignoran por completo qué significa eso del Estado de Derecho cuando proponen saltarnos la Constitución y convocar un referéndum anticonstitucional. Una de dos, o ignoran que la propia Constitución establece el procedimiento para su reforma (artículo 168 en el caso que nos ocupa de reforma del título II y el artículo 1.3 del título preliminar) o les da igual y piensan que nos podemos saltar la Constitución y las leyes cada vez que nos plazca. No comprenden que la democracia se basa en el imperio de la ley y lo opuesto es la arbitrariedad, la vuelta al Antiguo Régimen, el desastre.

Pero el problema no es de los ciudadanos, a los que podemos disculpar la ignorancia o la irreflexión, sino de los dirigentes de partidos que están alentando esta histeria colectiva con olvido deliberado de lo que tienen la obligación de conocer muy bien. Que partidos que se dicen democráticos estén liderando esta reclamación de un referéndum que saben inconstitucional es para indignarse, aunque de referendums ilegales ya llevemos oído suficiente como para estar curados de espanto.
Hemos podido leer también comentarios pidiendo un referéndum consultivo, lo que me parecería un gasto inútil si algún día se decide hacer, como paso previo, teniendo en cuenta que los sondeos de opinión o encuestas ya orientan bastante bien para decidir el momento de plantear la reforma constitucional. Lo que sabemos por ellos es que el prestigio del jefe del Estado y la monarquía ha caído estrepitosamente con los escándalos, como es lógico. Sin embargo, eso no se traduce en que haya una mayoría de partidarios de la república frente a la monarquía como forma de Estado y no parece que los que están llevando la reivindicación de ese referéndum, guillotinas incluidas, vayan a lograr muchos adeptos teniendo en cuenta lo poco tranquilizadores que son sus formas y sus referentes internacionales, desde Cuba a Corea del Norte, pasando por Venezuela.

También observo con piedad la ingenuidad que lleva a muchos a suponer que acabar con la monarquía significará llegar a la Tierra Prometida, de la que mana leche y miel; que, por arte de magia, nuestros males desaparecerán con la república. Soy republicana pero no cifro en ello la solución a los graves problemas políticos y económicos que tiene nuestro país. Hay muchas prioridades antes que cambiar la forma de Estado. Y cuando se aborde una reforma constitucional de calado, hay que contemplar como prioritarias otras reformas, que tienen una incidencia directa en nuestra economía y en la calidad de nuestra democracia: la estructura territorial para hacer viable nuestro Estado, la redistribución de competencias entre el Estado , comunidades autónomas y ayuntamientos, la fusión de municipios y eliminación de diputaciones, el sistema electoral que consagra la provincia como circunscripción electoral dando lugar a una desigualdad en el voto de los ciudadanos, el inútil Senado, el Poder Judicial y, entre ellas, también puede contemplarse la de la forma del Estado.

Este clamor de determinados partidos por acabar ya con la institución me lleva a pensar en la incoherencia que supone descalificar por arcaica a la monarquía constitucional, posterior a la Revolución Francesa, cuando esos mismos partidos no cuestionan los privilegios fiscales del País Vasco y Navarra, de raigambre medieval, es decir, mucho más incompatibles con la modernidad que una institución de sucesión basada en el parentesco, nada plausible, por supuesto, pero simbólica y sin poderes efectivos. Es más, se diría que hasta miran con simpatía dichos privilegios “territoriales” y comprenden los métodos de que se han valido sus beneficiarios.

En fin, no hay que ser inmovilistas y hay que trabajar por el consenso para lograr las reformas constitucionales que necesita nuestro país, pero tampoco hay que ser oportunistas planteando las cosas con el furor, las prisas y el olvido de lo esencial que vemos en quienes capitanean esta oleada republicana.

 

Esperanza Fernández Acedo
Concejal portavoz del Grupo Municipal de UPyD Getafe

“Cuentas municipales saneadas sin recortar servicios” por Manuel Robles

Manuel RoblesDiariamente escuchamos en diferentes foros mediáticos, económicos, políticos e institucionales- sobre todo aquellos que son de marcada ideología liberal- la necesidad de imponer la austeridad, el equilibrio de las cuentas públicas, el control de gasto, etc. Y sobre todo la necesidad de recortar y recortar servicios públicos, argumentando que esta es la clave para la recuperación económica, como si el recorte de lo público fuera la piedra filosofal sobre la que se asienta exclusivamente la recuperación económica y el empleo.

No niego la mayor: necesidad de austeridad y control de las cuentas públicas. En lo que no estoy de acuerdo es en que la austeridad en el gasto se una a recortes en servicios esenciales para los vecinos y vecinas. En Fuenlabrada, en el Gobierno Municipal que presido, hemos demostrado que es compatible el control y el equilibrio de las cuentas públicas entre ingresos y gastos, sin necesidad de recortar en servicios, sobre todo en aquellos que en estos momentos son imprescindibles para ayudar a las familias. Hemos hecho posible mantener saneadas nuestras cuentas municipales. De nuevo, los datos del Ministerio de Hacienda nos sitúan como el sexto ayuntamiento de los grandes municipios menos endeudado de España.

Todo ello se ha logrado sin se un ayuntamiento “rico” en posibilidades de ingresos de la ciudad, comparado con otros grandes municipios. Somos un municipio de trabajadores, con un gran parque industrial, y pequeño y mediano comercio, que además de estar afectados por la crisis como en todos los sitios, en su mayoría no contribuye por su facturación con el IAE. Mantenemos una presión fiscal contenida, sostenible. Además hemos sufrido unos brutales recortes en ingresos procedentes de los gobiernos de España y de la Comunidad de Madrid.

Tenemos estos resultados por el control sobre los salarios de cargos públicos, por la priorización de servicios, por la buena gestión de las licitaciones en sus prestaciones y en sus precios, por la austeridad en el gasto municipal en general: personal, gastos generales, protocolarios, etc. Y porque hace años que comenzamos nuestro plan de saneamiento.

En definitiva, es una cuestión de responsabilidad con el dinero público y sobre todo de “ideología presupuestaria”, de criterios distribución del gasto poniendo el acento en lo social, en lo público, y no exclusivamente en el negocio de lo privado.           

Manuel Robles Delgado
Alcalde de Fuenlabrada