“Reflexión autocrítica con el objetivo de ajustar la intervención psicológica de los Centros Educativos al actual contexto económico-social” por Alberto del Egido

FOTO_COLEGIOALBANTAA continuación se presenta una sencilla reflexión epistemológica de la Psicología aplicada en centros educativos. No hay propuestas prácticas, ni metodológicas.

Como psicólogo de un centro educativo y desde la más absoluta de las autocríticas, considero necesario ajustar mi intervención profesional en beneficio de la comunidad en la que está inmersa cada una de las personas que pasan por mi consulta.

En un contexto social convulso (crisis socio-económica) y en un punto interesante en la Psicología occidental (lanzamiento del polémico DSM-V) considero necesaria una intensa reflexión crítica con el objetivo de ir construyendo nuevos marcos teóricos y nuevas praxis en la profesión, para poder mejorar la calidad de la ayuda ofrecida. Desde esa idea, sin grandes pretensiones y con mi más humilde aportación aireo aquí mis inquietudes.

En estos tiempos difíciles considero perjudicial la tendencia a interpretar, cuantificar, dirigir y atomizar a los individuos. Tampoco ayudaría la idea de que tras cada categoría diagnóstica haya una píldora milagrosa esperando a ser comprada y consumida. No obstante, sería hipócrita por mi parte oponerme frontalmente a esto, puesto que mi reflexión nace de mi responsabilidad en estas cuestiones.

En mi contexto laboral (un centro educativo privado-concertado ubicado en una localidad muy afectada por la crisis), percibo la necesidad de ir creando/aplicando una perspectiva psicológica más humanista y comunitaria.

Beneficiaría aplicar una perspectiva cada vez menos interpretativa, más comprensiva y aplicando más la mayéutica; ya que, en general, no todo el mundo puede contratar un profesional con quien poder hacer introspecciones de buena calidad.

Entiendo que sería de mucha ayuda intervenciones más emancipadoras y menos directivas, pues muchas personas están muy acostumbradas a que les indiquen cuáles son sus problemas y cómo tienen que solucionarlos.

Así mismo, fomentar intervenciones menos invasivas y más respetuosas, negociadas y humanistas. Cada vez hay más personas que padecen enormes injerencias en sus vidas por parte de instituciones, entidades bancarias, empresariales, etc.

Considero que sería muy beneficioso a nivel social priorizar intervenciones orientadas a fomentar proyectos comunitarios. Estarían dentro de esta línea objetivos como trabajar la imagen de los individuos como seres sociales y responsables de sus entornos, ayudarles a que encuentren claves que les devuelvan la autonomía como colectivo social, aprender a cuidarse mutuamente más y mejor, empezar a reconstruir el tejido social que asegure una calidad de vida para todas las personas del barrio, del municipio y de su clase social.

Para concluir en términos positivos y propositivos, propongo una psicología más comprensiva, humanista, comunitaria y en pro de la autonomía de las personas y de sus grupos sociales de referencia, fomentando la interdependencia positiva de sus miembros y de los que vayan llegando.

Soy consciente de que los recursos profesionales son limitados, pero la microhistoria nos demuestra que el potencial de las personas y de los grupos sociales es absolutamente fascinante.

Creo que es tiempo de filantropía y de confiar en el ser humano.

Los centros educativos en general, y sus psicólogas, pedagogas y orientadoras, en particular, podrían tener un bonito protagonismo en la mejora de la sociedad.

Y, ¿cómo hacerlo?

Si esa pregunta resonase en colegios e institutos, significaría que ya habríamos comenzado a caminar.

 

Alberto del Egido Moreno.
Psicólogo del Gabinete Psicopedagógico del Colegio Albanta

 

“Cuando hacerse un ‘selfie’ acaba con más vidas que el ébola” por Guillermo Infantes Capdevilla

FOTO_GUILLERMOINFANTESLa principal causa de muerte en España es, según el Instituto Nacional de Estadística, el infarto y las enfermedades relacionadas con el sistema circulatorio. En los últimos meses hemos asistido a un fenómeno insólito: la cantidad de muertes a causa de hacerse una foto, y es que ya rondan la decena en nuestro país. En realidad, fotografiarse no mata ni te chupa el alma, muy a pesar de las creencias de algunas tribus aborígenes. Sí, en cambio, la estupidez, muy a pesar de los idiotas que abundan últimamente. Pero hacer el ‘canelo’ es algo crónico y tiene su historia en el tiempo, de hecho es bastante probable que se haya cobrado más vidas que enfermedades como la viruela o la hepatitis en términos absolutos. 

La moda del ‘selfie’, que en realidad se remonta a los autorretratos al óleo ─ mucho menos arriesgados─ tuvo su momento de mayor esplendor tras la gala de los famosos premios Óscar de Hollywood, cuando Ellen DeGeneres ─presentadora de la  gala─ subió a las redes una autofoto acompañada de varios iconos del cine como Brad Pitt y Meryl Streep. Luego supimos que la inocente foto que estuvo bullendo durante largo rato en Twitter había sido obra de una agencia francesa de publicidad que trabaja para una conocida marca de móviles, y que su valor se estima que rondaba los mil millones de dólares por el impacto que tuvo en las redes sociales.

Siguiendo el ejemplo de las estrellas de LA, son muchos los que han zarpado en busca de fotos que revolucionen sus muros de Facebook o les hagan merecedores de unos cuantos ‘likes’ en Instagram, aun arriesgando su vida y la del resto de figurantes de la instantánea. Hace un tiempo se ha convertido en tendencia en Rusia el fotografiarse desde lo alto de rascacielos, lo cual ha pasado a tener un nombre molón, haciéndolo más atractivo denominándose «Skywalking». Igual si lo llamaran hacer el gilipolling no tendría el mismo seguimiento y los gilipollers se lo pensarían un par de veces antes de demostrar públicamente su poca sesera.

Existen unos premios que se conceden anualmente a la muerte más absurda, los Darwin Awards, cuya filosofía se entiende bajo la premisa de que la raza humana mejora genéticamente cada vez que muere un memo sin descendencia. Sin lugar a dudas, parece que el personal está opositando con entusiasmo para hacerse con el primer premio.

Guillermo Infantes Capdevila
Representante estudiantil UC3M
Área de Estudiantes del Consejo de la Juventud de Alcobendas

“Miedos e indignación de un padre” por Juan Torres García

FOTO_JUAN_TORRESComo a la mayoría de los padres y madres, si me preguntaran cuál es la máxima preocupación de mi vida respondería sin dudarlo que el bienestar y la seguridad de mis hijas. Me preocupan su salud y su bienestar físico y mental, y por eso defiendo el mantenimiento de una buena sanidad pública. Me preocupa su bienestar social para que tengan un futuro digno, y por eso defiendo frente a los recortes y privatizaciones la existencia de una buena educación pública. No le doy demasiadas vueltas a la cabeza pensando en lo que serán profesionalmente el día de mañana; simplemente en los tiempos en los que vivimos quiero ante todo que tengan una vida digna y, como aspiraron mis padres con mis hermanos y conmigo, deseo que sean unas buenas personas, solidarias con sus semejantes y, sobre todo, felices.

Pero como a todos los padres me obsesiona su seguridad física, me aterroriza que les pueda pasar algo o que caigan en manos de cualquier desaprensivo. Las informaciones en los medios de comunicación sobre sucesos y delitos contribuyen a acrecentar mis miedos, hasta el punto de identificarme con las víctimas de los delitos y conflictos. Una enorme tristeza se apodera de mí cuando veo documentales o películas sobre algunos hechos históricos en los que familias enteras son masacradas o exterminadas, y me hacen pensar en cómo actuaría yo en esa situación, y si podría resistir la pérdida de mis seres queridos.

Precisamente ahora mis miedos se convierten en indignación al ver los cientos de niños muertos y los miles de heridos, algunos discapacitados para siempre, en la franja palestina de Gaza. Indignación por el bombardeo de las escuelas de la ONU donde se refugiaron buscando seguridad las familias que huían de la guerra, o por los hospitales destruidos por las bombas. Pero sobre todo indignación por la pasividad internacional, no puedo entender el silencio de ayuntamientos como el de mi ciudad ante el asesinato de niños y niñas inocentes, y entiendo menos este silencio cuando mi ciudad tiene la calificación de CIUDAD AMIGA DE LA INFANCIA.

Ante tanta muerte y tristeza solo puedo hacer mías aquellas palabras de un maestro cordobés al enterarse de la muerte de su hijo en la guerra de Irak: «Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen».

Juan Torres García
AMPA “Buero Vallejo” de San Sebastián de los Reyes
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