«El discurso del (padre del) Rey» por David Sañudo

“Sobre todo, España”, así con estas palabras se despidió Alfonso XIII de su hijo, y heredero, Juan de Borbón. Era febrero de 1941, y el rey en el exilio se encontraba en su lecho de muerte. La monarquía española llevaba diez años lejos de nuestro país, que había sufrido una Guerra Civil y afrontaba la época más dura de la dictadura, donde a la falta de libertades se unía la falta de todo lo demás.

Eso de “por encima de todo está España” es algo que, según los que le conocieron, tenía muy claro el Conde de Barcelona, legítimo heredero de la Corona, tanto, que ese lema le hizo renunciar al trono para evitar conflictos con Franco y asegurar la restauración para su hijo.

Y parece que las enseñanzas de Don Juan (que, por cierto, no sería mal título para este texto) siguen presentes en su hijo estos días, cuando se habla mucho de la Familia Real: no solo de los escándalos que rodean a Iñaki Urdangarín, sino del papel de, por ejemplo, las Infantas, de la transparencia de sus cuentas, del sentido de una institución hereditaria en el siglo XXI…

Lo que el Rey hizo en su discurso, es dejar claro que los intereses de la institución, la Corona, la monarquía… están por encima de todos, incluso de miembros de la Familia Real; esto que puede parecer de perogrullo tiene su áquel, y más si lo comparamos con lo que ocurre en los casos de corrupción en los partidos políticos (por cierto, el domingo en las valoraciones, todos los grupos políticos miraron para otro lado y ninguno se dio por aludido cuando se habló de falta de integridad, honradez o transparencia).

Sin entrar a valorar si se necesitaba más autocrítica, nombres propios o plantear medidas concretas, las palabras del Rey el sábado fueron “El discurso del padre del Rey”, y marcan una tendencia en la actitud de los Borbones tras la restauración: “Sobre todo, España”.

David Sañudo, periodista

“La fortaleza de las lágrimas” por José Carlos Boza

De las diversas imágenes que a lo largo de los últimos días han protagonizado la actualidad mundial, hay una que a mí, como a miles de personas, me ha llamado poderosamente la atención. Se trata de las lágrimas de la ministra de Trabajo italiana, Elsa Fornero, durante el anuncio de las medidas de ajuste que se ve obligado a tomar el Gobierno italiano para solventar la grave crisis que afronta el país transalpino.

Como a la mayoría de los espectadores, me ha conmovido la congoja de este alto cargo italiano al hablar del “sacrificio” que sus compatriotas deberán afrontar en los próximos meses. En mi caso, además, como ciudadano que se dedica a la política, he sentido cierta empatía respecto a las dificultades e incluso ante los dilemas morales que supone asumir medidas dolorosas, que van a afectar a muchas familias, pero que son imprescindibles si se quiere mantener a largo plazo lo que tanto esfuerzo ha costado levantar. La política no tiene por qué  carecer de rostro humano. Por eso, ver el conflicto entre las medidas de ajuste que dicta la cabeza y los sentimientos que su aplicación despierta en el corazón no es signo de debilidad, sino de higiene moral y, sobre todo, de credibilidad.

No son momentos fáciles y, aunque en Valdemoro las medidas de ajuste tienen como objetivo el mantenimiento del empleo, no podemos sustraernos al drama que acarrea el desempleo en miles de hogares y el problema que supone hablar de recortes a familias con dificultades para llegar a fin de mes.

No obstante, a pesar de los retos que tenemos ante nosotros, también hay lugar para el optimismo. La mayoría de los gobiernos europeos se han dado cuenta de la importancia del trabajo en equipo y la voluntad de consenso nos transmiten la idea de que los políticos están haciendo los deberes y se esfuerzan en dar una respuesta a la altura del desafío que la situación les demanda.

En España, durante la celebración ayer de un nuevo aniversario de nuestra Constitución, permanente motivo de orgullo para todos, se pudieron ver gestos de gran altura democrática. El presidente del Gobierno saliente, José Luis Rodríguez Zapatero, y el flamante ganador de las elecciones y relevo en el mismo cargo, Mariano Rajoy, han coincidido en mostrar su apoyo a la reforma de los tratados de la Unión Europea impulsada por Francia y Alemania y han querido dejar claro que la postura de España para la cumbre del día 9 de diciembre está “plenamente consensuada”. Gestos como estos son los que cimientan un país, los que vertebran la convivencia y dan impulso renovador a la democracia para que, después de una campaña electoral tan dura como la vivida, luzcamás sólida que nunca.

José Carlos Boza, alcalde de Valdemoro

«Cartas a Talía. Diciembre 2011» por Luis Lozano

Amada Talía,

DIGNIDAD. Dignidad parece la herramienta más apropiada para enfrentarnos a la actual situación. Nos transmiten que la crisis es económica y que la única solución pasa por destruir coyunturalmente (valiente eufemismo) lo que ha costado media vida construir. Quiero pensar que lo que no pueden oprimir hasta el infinito es la dignidad del ser humano.

Afortunadamente hay suficientes ejemplos para ser optimistas. Dignidad la de Maruja Ruiz, que rechazó públicamente la Medalla de Oro de la ciudad de Barcelona, por coherencia, dejando perplejo a su Alcalde. Dignidad la de Celeste, la mujer que me vende el ramo de margaritas cada sábado en la esquina del paseo de las Delicias con la calle Ciudad Real (no conozco su nombre, pienso en Celeste por el color de su mirada clara, limpia). Dignidad la de los que ocupan las plazas demostrándonos que está en profunda crisis el concepto de liderazgo actual, apostando por un protagonismo más colectivo.

De nuevo, amada musa, el teatro actual y comprometido con su tiempo, nos aporta la suficiente dosis de trasgresión para recuperar nuestra capacidad de cultivar la saludable duda, es un buen refugio para mantener el espíritu crítico, para empezar a desaprender y para utilizar la desobediencia, cuando lo que nos ofrecen como única salida socava gravemente nuestra dignidad.

        Ese teatro existe, está a nuestra disposición en los espacios públicos. Podemos comprobarlo disfrutando, en compañía de amigos, de un sugerente menú  para estas fechas:

APERITIVO

Utopía (Con los brazos de María Pagés parece más cercana) en el Teatro Español

PLATO PRINCIPAL

La avería de F. Dürrenmatt con dirección de Blanca Portillo en las Naves del Español

POSTRE

En la luna de Alfredo Sanzol en el Teatro de La Abadía

Y como espacio sonoro para acompañar esta exquisita cena,  Willkommen, interpretado por Joel Grey delante de ese espejo que deforma las imágenes, y  Life is a Cabaret en la voz de Liza Minelli. Las dos escogidas de, a mi juicio, una de las películas más teatrales de la historia del cine y que propone la música como refugio frente a la violencia. Se trata de Cabaret de Bob Fosse.

Viene bien citar a Cervantes con un texto que compone el bellísimo espectáculo de María Pagés: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”

Porque siempre hay más preguntas sin respuesta que certezas y el teatro nos conduce al apasionante conocimiento de nosotros mismos y de los demás, merece la pena acercarse a él.

Siempre tuyo,

Luis Lozano, Coordinador de Programación Patronato Municipal de Cultura Fuenlabrada

Posdata:

Una buena noticia la recuperación del programa Estudio Uno en la televisión pública (que esperemos que siga siendo de todos) y la emisión el día 14 de URTAIN, con el que Animalario consiguió 9 Premios Max y ejemplo del teatro que se define en esta carta.

“LosdeMadrid” por Adolfo Suárez

A raíz de la victoria de Rajoy en las elecciones generales, mucho me temo que los de Madrid, o algunos de ellos al menos, empezaremos a sufrir de manera más intensa uno de los males que más me suelen disgustar en las conversaciones que mantengo con gente de fuera de esta ciudad o en las noticias o comentarios que provienen de esos mismos lugares. Y es que esa frase, la del título, comenzará a circular por los corrillos como si Bisbal hubiera metido otra vez la pata o la Sinde hablase de nuevo sobre su famosa ley. «Los de Madrid» se convertirá en el comienzo de toda una gama de frases que nos hará cómplices, si no ejecutores, de todos los males y maldades posibles. LosdeMadrid subiremos o bajaremos los impuestos, cerraremos instituciones, recortaremos presupuestos y dejaremos sin atender necesidades.

Por más que me miro el árbol genealógico, no me encuentro el Rajoy por ninguna parte. Por mucho que busco entre los sobres que me manda el banco, no encuentro el correspondiente a la nómina de Génova o Moncloa. No hay manera que me encuentre la cartera de ministro o la carpeta de subsecretario.

Los de Madrid no gobernamos el resto de España. Bastante tenemos con lidiar con los problemas surgidos de tener alojados a quienes lo hacen, sean de un color u otro, de Ferraz o de Génova. Los de Madrid no decidimos más allá de nuestra Asamblea o de la parte proporcional de los diputados, y ni siquiera el hecho de que terminen siendo del partido que sean significa que todos los habitantes de la Comunidad se orienten en ese sentido. Los de Madrid no nos llamamos todos Gallardón, Zapatero, Esperanza o Rubalcaba. Madrid, la ciudad, sus habitantes, no dictan las leyes, lo hace el gobierno que tiene su sede en Madrid.

No me quejo especialmente de que mi ciudad sea la capital de España, y no porque yo sea muy «español», en la peor acepción de la palabra. Eso trae muchas cosas buenas, inherentes a que su nombre es más conocido internacionalmente, por ejemplo, o incluso a su oferta cultural o de ocio. La parte que me gusta de Madrid por ser una gran ciudad, una ciudad cosmopolita, probablemente no existiría si no fuera por esa condición. Estoy orgulloso de la historia de mis plazas, de los cuentos de Reyes, Alatristes, rufianes y princesas que zigzaguean por sus patios.

No me importa aguantar que si los vendedores de zapatillas verdes de Aguasfrías de la Rotonda piensan que están siendo atacados sus derechos se vengan para el ministerio correspondiente y me cierren la calle para que protesten a gusto. Es un precio a pagar por ser la capital. Pero si me importa que se piense que todos los que estamos fuera de ese ministerio cualquiera, hemos hecho algo para ello.

Que conste que pasa igual en todos los sentidos. Que también mucha, demasiada gente de esta ciudad tiende a opinar sobre losdecataluña o sobre losvascos de la misma manera. Al mismo saco todos, que ahorramos saliva, que está la vida mal, o algo asi. Y así, precisamente, nos perdemos a las personas, a las miradas, a las sonrisas, a las birras. Las de Madrid, Cuenca, Barcelona o Cochinchina. Personas. Miradas. Sonrisas.

LosdeMadrid, losdecualquierlado, somos ante todo eso, «los», que para eso está al principio de la frase. Escúchame primero, ponte a este lado de la barra con una cerveza o un café, y mira a ver si nos entendemos. Y que «losdeMadrid» sean los churros, los madroños o los chotis.

Adolfo Suárez, escritor (Cosecha del 66)

“Una historia repetida” por Cristina Cifuentes

Como ocurrió con el 3 de marzo de 1996, el 20 de noviembre de 2011 se ha convertido en una fecha clave de cambio en la historia de nuestra reciente democracia; por su necesidad indiscutible y por su parecido con la situación del país a mediados de los noventa.

Entonces como ahora, España atravesaba por una grave crisis económica: el paro superaba el 20 por ciento, la mitad de los jóvenes españoles no podía acceder a un empleo, las cuentas de la Seguridad Social estaban en quiebra, las perspectivas de crecimiento eran prácticamente nulas, la credibilidad de nuestro país dentro y fuera de las fronteras era inexistente y la corrupción salpicaba al Gobierno socialista.

Quince años después, mismo partido en el Gobierno, problemas similares, misma ineficacia. Todo igual, quizá con una excepción: la deriva a la que hace tiempo abandonó al país el presidente Rodríguez Zapatero, ahora en funciones, cuando desoyó la crisis y, antes y después, con su empeño en hacer una política de imagen en lugar de apostar por la política de gestión.

Ahora como entonces, el Partido Popular tiene la responsabilidad de lograr la recuperación de  España lo antes posible. Y eso, sin duda, pasa necesariamente por adoptar medidas urgentes, hacer importantes esfuerzos y remar todos juntos.

Es urgente una reforma del mercado laboral, que dote de garantías a los trabajadores, que no tenga como prioridad reducir el coste del despido sino abaratar la contratación, bonificando, por ejemplo, con una reducción en el Impuesto de Sociedades a aquellas nuevas empresas que creen empleo. Una reforma que no deje de lado a quienes han sido los grandes perjudicados de esta crisis, como jóvenes, mujeres y parados de larga duración con más de 45 años.

Igual de urgente es dar un ejemplo de austeridad y de gestión responsable con un saneamiento de nuestras cuentas públicas; porque un control exhaustivo y riguroso del déficit presupuestario, impidiendo el endeudamiento excesivo del Estado y las Comunidades Autónomas, será la única garantía para preservar nuestro estado de bienestar.

Sin duda, el nuevo Gobierno tendrá que eliminar gasto corriente y no productivo, evitar duplicidades, priorizar la prestación de servicios y planificar una adecuada inversión pública, haciendo de la vuelta a un plan de estabilidad presupuestaria el objetivo irrenunciable.

Y se deberá afrontar sin demora un saneamiento y reestructuración del sistema financiero para dotarlo de mayor estabilidad, mejor seguridad y más dinamismo.

España tiene futuro y los españoles tienen más cerca la solución. Si aplicamos medidas, y actuamos juntos y con determinación, conseguiremos recuperar la credibilidad y la confianza que nuestros vecinos europeos demandan.

Confianza, empleo y austeridad, tres elementos de una suma que, entonces como ahora, nos sacará con buenas expectativas de la crisis y convertirá a España, de nuevo, en un referente en el mundo.

Cristina Cifuentes, vicepresidenta Asamblea de Madrid