“Ni Zapatero lo hizo, ni Rajoy lo hará” por Antonio Quilis

FOTO_ANTONIOQUILISImaginen ustedes a alguno de nuestros mandatarios, Rajoy o Zapatero, dirigiéndose a la nación y, con un discurso bien estructurado, didáctico y exponiendo casos concretos y fundamentados, alertan de una grave amenaza que se cierne sobre su país y sobre el Planeta entero.

Seguro que se lo imaginan, sí. Proyecten la imagen de un presidente de un gobierno llamando a la responsabilidad colectiva para afrontar una grave calamidad. Seguro que se lo imaginan, sí. Habla un presidente de una nación relatando un problema que afecta a toda la población, que le puede tocar a cualquiera en cualquier momento y lugar. Seguro que se lo imaginan, sí. Pero si no se tratara de una declaración de urgencia acerca del terrorismo, del paro, de la violencia de género… ¿sobre qué otro tema podría versar tal declaración?

¿Imaginan a alguno de estos dos líderes nacionales hablando largamente a su país a través de los medios de comunicación sobre la amenaza que supone para los ciudadanos el cambio climático? No, seguro que no se lo imaginaban. Esto es lo que hizo Barack Obama el pasado 25 de junio con el anuncio de su ambicioso plan para bajar, de nuevo, las emisiones de carbono. Me quedo en el gesto, impensable en otros países, de lo importante que es comunicar algo, el impulso de dirigirse a la nación para plantear una mirada al futuro invocando los datos de que el cambio climático está ahí y alertando de que la acción del hombre es fundamental en él.

Llaman la atención los datos que se manejan en la declaración, los hechos fehacientes de que de los últimos 15 años, 12 han sido los más calurosos de la historia, la alarmante disminución del hielo en el Ártico o que “el nivel del mar, en Nueva York, en el puerto de Nueva York, es ahora un pie (30,48 centímetros) más alto que hace un siglo”.

Obama afirma en su declaración que los datos de la ciencia “acumulados y revisados en las últimas décadas, nos dicen que nuestro planeta está cambiando  y tendrá un profundo impacto en toda la humanidad”. Es significativo oír al presidente de una de las naciones más poderosas decir que el “97% de los científicos, entre ellos, por cierto, algunos que inicialmente cuestionaron los datos, reconozcan que el planeta se está calentando y la actividad humana está contribuyendo a ello”.

El convencimiento de Estados Unidos en mostrar que la riqueza basada en un futuro más verde y sostenible se apoyará en bajar aún más las emisiones, en las renovables, en la movilidad sostenible y en crear puestos de trabajo es envidiable. Un gran contraste con el camino inverso que se está realizando aquí. Obama habló a los ciudadanos, a los empresarios, mencionando directamente incluso a gigantes como GM, Nike y Waltmart. Por cierto, el presidente de Walmart, Mike Duke, apoyó la declaración de Obama con otro comunicado posterior.

Frenar el cambio climático, desde la economía, desde la acción política, ése fue el gran mensaje de Obama. Dentro de este discurso hay otras lecturas que no debemos olvidar. El coste económico y en vidas de los desastres naturales va a ir aumentando de una manera brutal y repercutirán indudablemente en el bolsillo de los contribuyentes.  Otro recado claro es que el ser más “verde” tiene un coste, y que producir de una manera más limpia será más caro y que esos cuantías deben ser iguales para todos e imputados por igual en la producción en los países desarrollados, en vías de desarrollo o en el tercer mundo. Es una cuestión global.

Sí, es razonable que los presidentes hablen a sus empresarios y a sus ciudadanos de tú a tú a través de los medios, dando directamente sus mensajes a la nación. El valor que significa que un máximo dirigente transmita su pensamiento semanalmente a sus conciudadanos es ya una diferencia abismal con lo que tenemos en nuestra casa. Comunica con una estrategia muy clara, apoyándose en el discurso en radio y televisión y en la imagen. Y sí, también en gráficos que llegan a tu correo a través de un boletín al que te has apuntado a través de la web de la Casa Blanca. Increíble, ¿no? Parece normal que se haga así… pero aquí no lo hacemos.

Me pregunto: ¿qué es lo que tiene que ocurrir para que nuestro presidente se plante delante de un micro o detrás de una cámara y nos hable directamente a todos los ciudadanos única y exclusivamente del cambio climático durante unos cuantos minutos? ¿Y para que nos plantee una estrategia clara e irreversible, un plan serio para bajar las emisiones de carbono?  Ni Zapatero lo hizo, ni Rajoy lo hará. Y si alguno lo hace, invito a unas cañas, ecológicas, al primer “presi” que lo haga.

Antonio Quilis Sanz
@AntonioQuilis
Director de El Mundo Ecológico

 

«Ser eco nos es fácil, pero es mejor que no serlo» por Antonio Quilis

FOTO_ANTONIOQUILISPor cuarto año consecutivo España se convierte en el país europeo que más hectáreas dedica a la agricultura y a la explotación ecológicas. Los datos publicados por el ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente nos dejan en buen lugar en todos los órdenes de la producción eco e incluso en el consumo.

A pesar de las campañas que se desatan cíclicamente poniendo en duda las bondades de los alimentos orgánicos y de las respuestas a favor, más o menos afortunadas, que surgen desde los más diversos ámbitos, es incuestionable admitir que lo “bio” está creciendo a ritmos superiores al 15% de media. Un crecimiento avalado por nuestras exportaciones al extranjero y por un leve incremento del consumo en el mercado interior. Debo añadir que, afortunadamente, se está creciendo gracias a un factor de conciencia y de convencimiento y no de moda, lo que sería un grave error.

Este buen comportamiento podría ser mucho mejor si se aportara un empuje en tres frentes muy definidos que crearían más demanda, más empleo, más salud y mejores precios. Por un lado, es de sobra conocido que muchas de las materias primas eco se “fugan” a través de nuestras fronteras para ser “repatriadas” con el formato de alimentos elaborados, procesados. En este capítulo una buena iniciativa sería la de desarrollar políticas de incentivos o de apoyo para la implantación de industrias procesadoras, de manipulación y transformación de alimentos para ser destinados al mercado interior y exterior.

Otro de los flancos en los que se debe trabajar es el de la concienciación ciudadana para promover su consumo y aportar información a los potenciales clientes. La sensibilización es fundamental, ya que el mercado está desarrollándose lentamente, y existe una gran oportunidad de avance para que podamos ser dueños de la comercialización y de la venta.

Y, finalmente, ayudar a la transformación de los productores “convencionales” a dar el paso hacia lo ecológico, como oportunidad. Me viene a la cabeza una nota de prensa emitida por UPA en la que se afirmaba que cada día se cerraban en España cuatro explotaciones lecheras. Puede ser un claro ejemplo de un sector que puede transformarse buscando nuevos caminos y nuevas oportunidades.

En este mismo capítulo, conozco cada vez más casos de productores que afirman estar realizando buenas prácticas en sus cultivos, produciendo eco, pero abandonan la idea de etiquetar con el sello  por temas de coste y tiempo (y conocimiento, añadiría yo). Atendiendo a la bondad de sus palabras me comentan que ellos no tienen porqué pagar un certificado que garantiza que no contaminan y que producen alimentos sanos, sino aquellos agricultores que “envenenan”. Algo de razón tienen, la verdad, peor este gesto de ser eco en casa sólo llega a los más cercanos y los que confían en ti…

Ser “eco” nos es fácil, pero es mejor que no serlo.

 

Antonio Quilis
@AntonioQuilis
Director de El Mundo Ecológico

“Respeto, compromiso y responsabilidad” por Antonio Quilis

FOTO_ANTONIOQUILISTener la responsabilidad de informar es algo que los periodistas debemos, o deberíamos, disfrutar, llevar colgada del alma continuamente. Informar bien, añadiría este adjetivo, o correctamente. En la facultad nos pusieron el filtro a la objetividad, a la honestidad y a la imparcialidad… Sí, nos dijeron que la objetividad era inherente a la profesión… y seguidamente nos ponían a destripar las portadas de los periódicos para sacar los matices, o sus verdades, las diferencias ideológicas de una misma noticia en uno y otro medio. Provocaban a la imparcialidad. No tomar partido por algo… muy difícil en estos tiempos.

A ese ejercicio de informar como periodista, se añade la responsabilidad del medio de ser honesto y atractivo para sus lectores, de ser leído, de difundir “lo que pasa”. De faltar a la mentira. ¡Ya llevamos dos benditas cargas contabilizadas!

Pongamos una tercera. La del compromiso. La de creer en algo por lo que debes apostar como periodista, como medio, aunque intuyas que algunos, o muchos, no vayan a entender ese camino que has tomado. Lo agarramos fuertemente, porque es nuestro clavo, esté ardiendo, frío o lleno de puntiagudas aristas. Es por lo que luchamos.

Cambio de tercio. A finales de 2012 asistí a una dinámica “Diálogos por la Sostenibilidad”, creada por dos organizaciones, donde personas interesadas en compartir y dialogar en torno a un término tan variable y manido últimamente, la sostenibilidad, se disponían a creer en ella y a defenderla. Visualizamos, literalmente, en un ejercicio de conciencia plena, cómo sería el futuro si la humanidad hubiera puesto fin a las diferencias y se hubiera organizado para realmente salvar el planeta… Y el ejercicio continuaba… entraba en el campo de las emociones: “Imaginad cómo se lo contarías a vuestra descendencia, cómo fue ese proceso de cambio; relatadlo a generaciones nuevas que vienen a tomar posesión de su responsabilidad como habitantes de la Tierra”. Tuvimos que sentirlo. Tuvimos que compartirlo. Lo conseguimos. Fuimos responsables, y nos llenaba de orgullo contarlo a nuestros nietos. Fuimos valientes y nos abandonó el miedo a respetar la vida.

El proceso de cambio ha comenzado tímidamente. Primero, desde pequeños grupos valerosos de la ciudadanía, la inteligencia social provocadora del cambio. Después lo abanderaron unos pocos gobiernos más concienciados. Ahora empiezan a “convertirse” las empresas, las compañías, verdadero motor de cambio, responsables de muchas catástrofes y de muchos factores de transformación real. Son las que verdaderamente tienen en la actualidad el compromiso social y ecológico con la sociedad, las que mecen el mundo con sus manos. Respetadlo.

Antonio Quilis Sanz
Director de El Mundo Ecológico
Director de comunicación y marketing de El Bosque Madrid Sierra
@AntonioQuilis

 

La ansiedad de conducir un híbrido y un eléctrico

FOTO_ANTONIOQUILISEl mercado de los coches eléctricos  e híbridos da lugar a multitud de investigaciones, desarrollos y estudios con el fin de establecer estrategias de mercado, conocer comportamientos y marcar los futuros pasos para las marcas y los operadores de carga.

La compañía Ecototality está desarrollando un estudio en los Estados Unidos, que ha sido desvelado por el New York Times, con el fin de establecer la red de necesidades de recarga eléctrica en el mapa midiendo el comportamiento de cerca de 6.000 vehículos. Según el informe las dos marcas mayoritarias que han participado en este experimento han sido el híbrido Chevrolet, con el Volt, y el eléctrico Nissan con el Leaf. Para hacernos una idea, las dos tecnologías que están siendo el foco de atención y de desarrollo de prácticamente todas las marcas. 

Pero los verdaderos protagonistas han sido los propietarios de los vehículos, al prestarse a este experimento y, a cambio de prebendas,  ceder multitud de datos en cada recarga. Entre ellos hay que destacar, entre muchos datos, uno sorprendente acerca del comportamiento de las recargas entre ambas tecnologías.

Los analistas de Ecototality han  resaltado que los conductores de los híbridos denotan un comportamiento un tanto más ansioso en las frecuencias de recarga que los de los vehículos eléctricos (V.E). Aunque parezca mentira los conductores de coches híbridos como el Volt psicológicamente sienten más preocupación que los que conducen un eléctrico y creen necesario visitar más los puntos de recarga o las gasolineras.

Según los resultados, un conductor de V.E. conecta de 1 a 1,1 veces al día, mientras que el conductor del híbrido se conecta un promedio de aproximadamente 1,5 veces un día.

Los conductores del Volt tienden también a conectar cuando más cuando están fuera de casa un 21 por ciento de las veces, en comparación con los conductores de eléctricos, que cargan fuera de casa sólo el 11 por ciento de las veces. Si la motivación es económica, ambiental o psicológica aún no está claro, pero lo que está claro es que los conductores de híbridos están tratando de maximizar el uso de la electricidad, que, obviamente es más barata, y les obliga a visitar más los enchufes.

En general, ambos grupos tienden a visitar las tiendas unas tres veces más a menudo y gastan el doble de tiempo que el cliente medio. También los conductores de  los V.E. tienden a visitar las estaciones de recarga aunque su autonomía les permita ir más lejos todavía, lo que hace que las visiten con más frecuencia de lo necesario.

Las personas que tienen los cargadores en casa tienden a usarlo más que los dispositivos de restaurantes y tiendas, por ejemplo. Generalmente se cargan por la noche y los coches suelen permanecer conectados mucho más tiempo del que se necesita para llenar la batería para cubrir el monto de la conducción que van a realizar al día siguiente.

Estamos ante nuevas formas de hábitos de conducción que los implicados en el proceso empezarán a analizar y a sacar partido. Seguro.

 

Antonio Quilis Sanz
@AntonioQuilis
Director de El Mundo Ecológico 
Director de comunicación y marketing de El Bosque Madrid Sierra
 

“Gestos” por Antonio Quilis

Hace tres años visitaba Asturias y me topé con la celebración del renombrado descenso internacional del Río Sella. Más bien llegué un día después, al día siguiente de la “fiesta”. Desde luego tuvieron que ser unos festejos bastante sonados, sobre todo por el estado en el que quedó la zona de acampada y aledaños.

Mi corazón no daba crédito al ruinoso estado del recinto. Era desgarrador el ver cómo aquel campo estaba sembrado de plásticos, botellas y bolsas por doquier, había sido transformado por el “bienestar” del ser humano. No me entraba en la cabeza que, un lugar,  donde se suponía que se realizaba una fiesta deportiva, lúdica, que gira en torno a un río y se supone le rinde culto (elemento clave de la Madre Naturaleza), fuera atacado de tal manera.

Hablamos de gestos. A estos campistas, por llamarlos de alguna manera,  no les tembló la mano a la hora de plantar las piquetas de sus tiendas de campaña y de dejar la huella en aquel entorno. Vivieron allí unos días y no supieron ni recoger su propia inmundicia. Qué falta de tacto para quien te acoge…

Seguro que todos tenemos más ejemplos de este calibre… Las malditas colillas en la arena de la playa o, las incendiarias, en cualquier cuneta, las latas en los ríos, el macarra que lanza alegremente la bolsa de plástico en el campo…

Cambio de escenario. Estuve pasando el día en una impoluta estación de trenes madrileña observando la curiosa mecánica de depositar un desecho en una papelera. No fue mi principal labor esa jornada, pero me dediqué a observar gestos también. El cubo en cuestión estaba compartimentado en tres, con los colores correspondientes al tipo de basura que caería en ellos: naranja (orgánico), azul (papel) y amarillo (plástico).

Era curioso ver las distintas reacciones de los viajeros de Chamartín ante el hecho de depositar su basura. La gran mayoría, por sus reacciones, esperaban un cubo, con un solo orificio donde “encestar” su residuo. Marcha hacia el cubo, acercamiento, alzada de mano y… congelación del tiro in extremis. Posteriormente, el ejercicio de ser responsable (el tirar el desperdicio a una papelera es ya un buen ejercicio de correcta ciudadanía) tomaba distintos caminos, dependiendo de las decisiones del actor.

Prácticamente todos tenían que pensar a qué color correspondía su basura. Azul, naranja, amarillo… La mano se quedaba suspendida en el aire un poco más de tiempo del “necesario”, apenas unas décimas. En una rápida contabilización mental prácticamente todos los que se paraban a pensar lograban embocar correctamente. Los que no pensaban, o no se fijaban que había que decidir, malograban el tiro, no había intención de soltar correctamente en el color correspondiente.

La diferencia entre el gesto responsable y el irresponsable estribaba en apenas unas décimas de segundo de nuestro apreciado tiempo. ¿Tanto vale nuestro tiempo?

Antonio Quilis
@AntonioQuilis
Director de El Mundo Ecológico
Director de comunicación y marketing de El Bosque Madrid Sierra

 

“Mis calzoncillos bio” por Antonio Quilis

Gracias suegra por haberte acordado de mi y regalarme dos paquetes de calzoncillos por el día de mi cumpleaños. Curioso regalo, pero tal y cómo está el entorno económico se agradece el detalle de recibir 8 unidades de prendas íntimas… Todavía me llama más la atención que me haya regalado una prenda interior elaborada con algodón orgánico. Sí, recibo unos calzoncillos biológicos, como los que me gustan a mi. Una prenda, marca blanca de una gran superficie, con mucho contenido en su interior…

Aunque pueda sonar un poco a sorna y puede que hasta alguna sonrisa habré arrancado a algún lector, estamos ante un tema muy serio. Además de la alimentación, otro de los factores que más despiertan la preocupación es nuestra segunda piel. Es el envoltorio que nos define, nos marca un estilo y nos protege. Las prendas están en contacto permanente con nuestro cuerpo, con nuestra piel, arropando hasta las zonas más íntimas.

No duden en imaginar cómo se producen los intercambios entre nuestro cuerpo y lo textil, sustancias que se adentran en nuestro organismo, como la de los desodorantes, e interactúan con nuestra piel. Cada vez más personas buscan prendas con sellos orgánicos sin ningún tipo de tratamiento químico para paliar o evitar alergias. Recientemente publicamos una entrevista a Rocío Herrero, emprendedora e impulsora de la marca eco ISSIE, en la que nos cuenta que son las mujeres las que más buscan este tipo de ropa porque son las más sensibles a los productos y padecen más reacciones a las prendas “convencionales”.

El regalo en cuestión llevaba colgando la etiqueta con el sello «textiles de confianza». Un vistazo a la página de Oeko – Tex nos proporciona una idea de la cantidad de sustancias tóxicas que pueden alojarse en las prendas convencionales y ser susceptibles de ser hasta cancerígenas. Para proporcionar una razón más a este escrito aparentemente tan íntimo, no hay que olvidar que la industria textil es, tras el petróleo y el café, la tercera materia prima con más importancia global y pongo, como ejemplo, el impacto ambiental tremendo que se produce en China.

Otro detalle, que me da más razones para realizar compras con conciencia, es la mención en la etiqueta de mis nuevos calzones que me anuncia que el algodón está desprovisto de OGM (Organismos Genéticamente Modificados). ¡Ahí es nada!

Antonio Quilis Sanz
Director El Mundo Ecológico 
Director de comunicación y marketing El Bosque
@AntonioQuilis

«Shell, ni paga ni limpia» por Amnistía Internacional

Amnistía Internacional, organización que lleva trabajando desde hace más de cincuenta años para que se respeten los derechos humanos en todo el mundo y que cuenta con el premio Nobel de la Paz, está desarrollando en estas semanas una acción bajo el lema “Shell, ni paga ni limpia”, para pedir a la empresa petrolera que sufrague la limpieza de los vertidos que ha provocado en la zona del Delta del Níger, aportando los mil millones de dólares que el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) estima necesarios para ello.

La organización exige también a la empresa que reconozca su responsabilidad en el deterioro medioambiental del delta y que pague indemnizaciones a las comunidades afectadas por las vulneraciones de derechos humanos que ha cometido. Shell, que duplicó sus beneficios en el tercer trimestre de 2011, alcanzando los 7.000 millones de dólares, ofreció inicialmente a la comunidad de Bodo (Nigeria), la más afectada por los vertidos, tan sólo 50 sacos de arroz, alubias, azúcar y tomates como compensación por el desastre.

Las consecuencias que la actividad de Shell ha producido en el ecosistema de la zona, una de las regiones con mayor biodiversidad de África, quedan descritas en el informe “La verdadera Tragedia. Demorase inacción frente a los vertidos de petróleo en el Delta del Níger”, elaborado por Amnistía Internacional y el Centro para el Medio Ambiente, los Derechos Humanos y el Desarrollo (CEHRD). La ONU calcula que podría tardarse más de 25 años en rehabilitar la zona.

Entre los años 1976 y 2001 se registraron más de 6.800 vertidos en el Delta del Níger. En Bodo, enla región Ogoni, dos vertidos de Shell propiciaron en 2008 el derrame de miles de barriles de petróleo debido a fallos en un oleoducto dela compañía. Tres años después, la contaminación producida por ese escape no ha sido limpiada correctamente y el impacto sobre el medio ambiente y los derechos humanos de las personas afectadas ha sido enorme.

Lo más grave es que lo sucedido en Bodo no es un caso aislado, sino un ejemplo extensible a toda la región. Los vertidos han contaminado el agua, las tierras cultivables y los caladeros de pesca que dan sustento a la población. Las reservas de mariscos, de cuya recolección depende la subsistencia de las mujeres, se han visto también afectadas.

A esto se añaden los serios problemas de salud que afrontan los habitantes de la zona a consecuencia de los vertidos. Uno de los hechos más graves descubiertos es la contaminación del agua potable, con el riesgo que esto conlleva para la población. En uno de los casos estudiados por el PNUMA, el agua contenía niveles de un conocido agente cancerígeno 900 veces superiores a los señalados en las directrices dela Organización Mundial de la Salud.

Se estima que el petróleo ha generado en Nigeria alrededor de seiscientos mil millones de dólares desde la década de los 60. De hecho, el sector del petróleo y del gas representa casi el 80% de los ingresos del Estado. Sin embargo, la mayoría de la población de la zona continúa sumida en la pobreza.

La compañía, que había admitido inicialmente que los vertidos habían sido producidos por defectos en el mantenimiento de sus oleoductos, culpa ahora de ellos a los sabotajes en sus instalaciones. Así, Shell intenta evadir el cumplimiento de la legislación nigeriana, que establece que la compañía debe limpiar el vertido y pagar indemnizaciones.

Shell asegura además que “responde de inmediato” a los vertidos que realiza. Sin embargo, Naciones Unidas confirmó que en los vertidos de Bodo de 2008 el petróleo continuó brotando semanas después de que éstos fueran denunciados y que las zonas que según la compañía se habían limpiado continuaban contaminadas.

Independientemente de la causa de los vertidos, Amnistía Internacional y la CEHRD instan a Shell a cumplir con su obligación de limpiar las zonas afectadas, aliviando así los daños causados, que afectan según el PNUD a más del 60% de la población.

Petróleo y conflicto son ya tristes rasgos distintivos del delta del Níger. Shell ha ennegrecido con vertidos e irresponsabilidad la vida de miles de personas y ahora es su nombre el que está manchado. La compañía debe reparar inmediatamente el daño que han producido sus actividades durante los cincuenta años en los que éstas han quedado impunes.

Para lograr estos objetivos, activistas de AI en todo el mundo recogerán firmas que se entregarán en el marco de la próxima asamblea general de la empresa multinacional anglo-holandesa.

Amnistía Internacional Tres Cantos

“España, del gris al verde” por Miguel Aguado

Los españoles tenemos poco “amor propio” y valoramos más lo de fuera. En innovación ambiental no faltamos a la regla.  Pero hay otra realidad. El resto de Europa nos valoran más como un país moderno, innovador y avanzado que nosotros mismos según los últimos barómetros europeos.

Dos ejemplos poco “puestos en valor”:

El desastre del Prestige en 2002 nos puso a todos, entre otras cosas, ante una evidencia: la fragilidad de los ecosistemas y el daño causado por la codicia humana. Pero también otras cosas, el gran ejemplo de la magnífica actuación solidaria sin precedentes de los miles de voluntarios para salvar la costa, cies y recuperar el entorno. Otra fue la capacidad de las empresas, administraciones, investigadores y universidades para recuperar los daños, restaurar lugares como las Islas Cíes, recuperar la industria y un largo etcétera. Se innovó en técnicas, equipos y procedimientos. Pero no lo pusimos en valor. En estos días hemos conocido como el Gobierno de Obama lanza el mayor estudio realizado hasta el momento sobre los efectos del crudo en la salud de los operarios en su catástrofe del vertido de BP, y utiliza como referente el trabajo científico hecho en España con los marineros que recogieron el chapapote y que se ha convertido en una pauta que EEUU quiere seguir en sus propios estudios sobre el vertido de BP.

El otro sería lo realizado en la catástrofe de Aznalcollar en 1998 por un vertido de residuos tóxicos en el Parque nacional y natural de Doñana, en Andalucía. Seguro que recordamos las imágenes. Hoy la situación es totalmente la contraria. Se llevó a cabo un inmenso trabajo de coordinación logística, de colaboración científica para identificar sustancias y neutralizarlas, de restauración paisajística, de coordinación institucional y un largo etcétera. Nos encontramos ahora con un espacio recuperado, suelos descontaminados, innovadores sistemas de cultivo para eliminar cualquier resto, un bello entorno para pasear a pie o en bici, una industria local recuperada y sostenible, y sobre todo y muy especialmente la ubicación de SOLUCAR la mayor planta solar de concentración  de la empresa ABENGOA. Energía limpia, renovable y con tecnología sevillana. Los norteamericanos nos la descubren comprando una planta “llave en mano” similar de 250 Mw.

Desde fuera valoran nuestro modelo de energías renovables, de gestión de redes eléctricas, el modelo de alta velocidad ferroviaria y el de gestión del sistema sanitario y especialmente el de trasplantes. Nos valoran más que nosotros mismos.

Tenemos dos asignaturas pendientes: mayor confianza en nuestra capacidad y un buen modelo de transferencia de conocimientos de la universidad, la ciencia y las instituciones a la empresa; todo ello con un indicador aún bajo: el número de patentes. Aún tenemos recorrido. Vamos bien, porque somos buenos.

Miguel Aguado Arnáez, Secretario de Medio Ambiente del PSM PSOE

A %d blogueros les gusta esto: